miércoles 31 de agosto de 2016

La radio, protagonista histórica

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El Foro de Periodismo Argentino (FOPEA) y la Fundación Konrad Adenauer proponen en el libro Periodismo Cercan(d)o una radiografía sobre la situación del periodismo actual en Argentina. Es un material escrito por más de 20 periodistas, socios de FOPEA y distribuidos en todo el territorio argentino.

Esta semana publicamos el tercer capítulo del libro.

Capítulo 3: La radio, protagonista histórica

María José Müller (*)

La alta concentración de población tanto en la Ciudad como en la provincia de Buenos Aires, deriva en una aglomeración de medios, audiencia e inversión publicitaria en las mismas plazas. Existen 1.870 emisoras en Buenos Aires (entre autorizadas y las que funcionan con “permiso precario provisorio”), de las cuales el 89% son comerciales y solo el 11% responde a la categoría de radios “comunitarias”. Es necesario marcar una diferencia entre la supervivencia de las grandes radios comerciales de Buenos Aires, que no llegan a 30, y las otras miles que se distribuyen entre ciudades, pueblos y hasta parajes del interior del país. Muchas van a pérdida o mantienen su programación gracias al trabajo ad honorem de profesionales o aficionados del lugar que eligen estar al aire pero ganan su sueldo mensual por otra vía. Casi todas las emisoras, también las más grandes, ubicadas en Capital, dependen mucho de la pauta oficial para sobrevivir. (…) La radio ofrece cada vez menos tiempo para el periodismo que investiga, profundiza y analiza y, en cambio, abre el juego a los títulos, los contenidos en “píldoras”, los golpes de efecto y la polémica. (M.J.M.)

libro

La radio siempre fue un medio de muy alta penetración en nuestro país. Durante años, el dato de la cantidad de receptores cada 1.000 habitantes revelaba que la Argentina consumía radio al mismo nivel que Europa, muy por encima del resto de los países de Latinoamérica y solo superada considerablemente por Estados Unidos.[1] Por lo tanto, la familiaridad de los argentinos con los contenidos radiofónicos nació con la misma radio. Por eso, el radioteatro, en la “época de oro” del medio, o el magazine, el género que reinó en la radio a partir de la llegada de la TV y de su portabilidad, siempre contaron con grandes niveles de audiencia y sus contenidos tuvieron importante repercusión en la opinión pública.

La alta concentración de población tanto en la Ciudad como en la provincia de Buenos Aires deriva en una aglomeración de medios, audiencia e inversión publicitaria en las mismas plazas. La radio también forma parte de esa concentración y, si bien no hay referencias muy precisas sobre la cantidad de licenciatarios, de emisoras autorizadas o con permisos provisorios, se sabe que las radios más escuchadas y con más pauta publicitaria están en Buenos Aires. AFSCA realizó un censo en 2010 en todo el país, pero todavía no se conocieron los resultados. Por lo tanto, las últimas cifras oficiales publicadas por el COMFER, hoy AFSCA, revelan que existen 1.870 emisoras (entre autorizadas y las que funcionan con “permiso precario provisorio”),[2] de las cuales el 89% son comerciales y solo el 11% responden a la categoría de radios “comunitarias”. Entre estas, 125 son religiosas, 45 corresponden a escuelas rurales y 46, a universidades. Del total de emisoras, poco más del 20% figura como “autorizadas”, las demás poseen un “permiso precario provisorio” para operar.

cuadro1

La tabla muestra la cantidad de emisoras que funcionan entre la ciudad y la provincia de Buenos Aires. El 35% de las radios del país se concentra en Buenos Aires, aunque la cifra no representa del todo la influencia de esas emisoras, cuya señal es retransmitida por muchas de las radios del interior. Pis Diez asegura que de las 1.870 estaciones registradas en el país, las 22 emisoras comerciales de la ciudad de Buenos Aires –11 AM y 11 FM– concentran el 65-70% de la audiencia y el 80-85% de la inversión publicitaria. Es decir que tanto la demanda de la audiencia como la de los anunciantes se agrupa en pocas emisoras.[3]

Después de Buenos Aires, las provincias con más emisoras son Santa Fe (196) y Córdoba (177), y en cuarto y quinto lugar figuran Entre Ríos (117) y Mendoza (78). Estos datos se corresponden con la cantidad de habitantes, ya que Córdoba y Santa Fe, con algo más de 3 millones cada una según el censo de 2010, son las dos provincias más pobladas del país después de Buenos Aires. Detrás se ubican la Ciudad Autónoma, Mendoza, Tucumán y Entre Ríos. Estas cifras también explican por qué IBOPE Media, la empresa de investigación de mercado que mide el rating en nuestro país, solo lo hace en Buenos Aires, Córdoba, Mendoza y Tucumán.

Con y sin permiso

AFSCA publicó recientemente en su página algunas cifras que representan sus “5 años de políticas en comunicación audiovisual”. Bajo ese título presenta ciertos datos sobresalientes: otorgó 698 licencias de AM y FM al sector privado, 27 licencias de baja frecuencia para emisoras en zonas de alta vulnerabilidad social (artículo 49),[4] 1.132 reservas de frecuencias de radio para municipios, llamado a concurso para 1.373 emisoras en todo el país, 200 radios comunitarias con reconocimiento, 38 emisoras para pueblos originarios. Sin embargo, todavía no se puso en práctica el plan técnico de ordenamiento del espectro radioeléctrico que figura en el artículo 88 de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual,[5] necesario para luego llamar a concurso. El ente regulador no solo llamó a concurso sin el plan técnico previo, sino que algunos de esos llamados  quedaron luego sin efecto por no conseguir la convocatoria esperada. Por lo tanto, aún queda pendiente ordenar el espectro y tener un mapa más claro de la cantidad de emisoras y la situación legal de cada una. También está pendiente avanzar más en la concreción de ese 33% del espectro para emisoras comunitarias, universitarias, de pueblos originarios, etc. Porque no se trata solo de adjudicarles la frecuencia, sino también de facilitar el equipamiento, ofrecer capacitación y, sobre todo, resolver su sustentabilidad para que sean proyectos sostenidos en el tiempo.

Según los registros de la Asociación de Radiodifusoras Privadas Argentinas (ARPA), de las 10.671 radios que hay en el país solo el 38% tiene autorización para emitir. Esto revela que hay más radios ilegales que legales, y los mayores problemas de interferencias por superposición de frecuencias se dan en Capital, donde hay, según ARPA, 251 emisoras autorizadas y 550 sin licencia. Aunque no estén registradas, las radios ilegales no deberían omitirse del mapa del medio, porque son tantas que resultan representativas y “ensucian” el aire entorpeciendo la emisión de las radios que sí están autorizadas. Desde sus comienzos la radio sufrió dificultades regulatorias y de control del sector y, por lo tanto, siempre tuvo limitaciones para la adjudicación de licencias a través de procesos transparentes, que garantizaran el uso adecuado del espectro. La proliferación y la supervivencia de las radios ilegales sigue siendo uno de los asuntos más urgentes de resolver del sector radiofónico.

Todos los datos expuestos confirman la relevancia histórica de la radio en nuestro país, incluso la cantidad de radios ilegales muestra el interés por hacer y oír radio. La radio ha sido y todavía pelea por ser protagonista de la información y del entretenimiento. La revolución digital la está obligando, como a todos los medios, a repensarse, reinventarse  para no perder ese protagonismo.

La pauta, clave de la supervivencia

Uno de los datos que habla de los medios y ofrece pistas sobre su evolución es el de la inversión publicitaria. Según la información que aporta anualmente la Cámara Argentina de Agencias de Medios (CAAM), y que se pueden observar en la tabla que figura debajo, en 1993 la inversión en las radios de Capital representaba el 9% sobre el total de la torta publicitaria. En 1998 descendió, y se estabilizó alrededor del 3% a partir de 2003. En el año 2013, la inversión en radio subió levemente al 4%.

Participación de medios en la inversión publicitaria (1993-2010)
 1993  1998  2003  2008  2010
TV abierta 49% 35,8% 38,2% 38,8% 39,2%
TV por Cable 2% 3,2% 5,1% 8,1% 8,4%
Radio Capital 9% 6,5% 3,5% 3,2% 3,2%
Diarios 28% 37,8% 40,2% 33,1% 33,4%
Revistas 7% 8,9% 5,4% 4,9% 4,7%
Vía pública 4% 6,3% 5,3% 7,2% 5,5%
Cine 1% 1,5% 1,5% 1,5% 1,3%
Internet 0% 0% 0,7% 3,1% 4,3%
Fuente: AAAP y CAAM.

Los datos muestran que la televisión, las revistas y la radio han sufrido una baja notoria en los últimos 20 años, pero mantuvieron una cierta estabilidad en los últimos diez. Bajó la inversión en diarios desde 2003, mostraron estabilidad el cine y la vía pública, y el crecimiento viene de la mano de la TV por cable y de internet. Los cambios tecnológicos y la digitalización impulsan el consumo de los medios tradicionales por internet, de modo que la pauta publicitaria migra con bastante velocidad hacia un lugar en el que los medios también pueden recibir inversión. Todavía falta tiempo para que trasladen en gran medida o por completo el modelo de negocio a la web, pero cada vez están más cerca. Mientras tanto, y pese a la revolución tecnológica que hoy afecta a los medios, la radio mantiene cierto equilibrio en relación con la pauta publicitaria, su principal medio de supervivencia.

Es necesario marcar una diferencia entre la supervivencia de las grandes radios comerciales de Buenos Aires, que no llegan a 30, y las otras miles que se distribuyen entre ciudades, pueblos y hasta parajes del interior del país. Si bien el modelo de la radio argentina fue y sigue siendo netamente comercial, las emisoras locales sobreviven a base de pautas de comercios pequeños y de la venta de espacios. Y como es de esperar, muchas van a pérdida o mantienen su programación gracias al trabajo ad honorem de profesionales o aficionados del lugar que eligen estar al aire pero ganan su sueldo mensual por otra vía. Casi todas las emisoras, también las más grandes, ubicadas en Capital, dependen mucho de la pauta oficial para sobrevivir, otorgada por organismos del Estado, gobernaciones y municipios. El manejo de la pauta es un “arma” que usan muchas veces los gobiernos locales y el gobierno nacional para premiar o castigar al periodismo según sus opiniones políticas. Como consecuencia, muchos programas, sobre todo los que no sobreviven gracias a un gran rating, “suben o bajan” de las programaciones según la facilidad o la dificultad que tienen sus periodistas para conseguir pauta. A veces la dependencia de la publicidad estatal va en detrimento de los contenidos y de la práctica periodística.

La batalla también se vivió en el aire

Una nota destacada de los últimos años en el ejercicio del periodismo radiofónico es el enfrentamiento abierto entre el gobierno y los medios, que tuvo gran protagonismo en el éter. La crisis del campo marcó un quiebre en la relación con el grupo Clarín, y más tarde el conflicto y los cuestionamientos se extendieron a otros medios, a periodistas con nombre y apellido, y a la práctica periodística en su conjunto. De un lado, quedaron los periodistas más afines al gobierno, entre los que se destaca Víctor Hugo Morales. Orador radiofónico magnífico, relator exquisito de fútbol, que se reveló como un comunicador afín a las ideas del kirchnerismo, capaz de enfrentarse, por ideología, a sus colegas históricos de pasillos de radio como Magdalena Ruiz Guiñazú y Nelson Castro. Entre los periodistas radiofónicos, también se los considera cercanos a las ideas del gobierno a Orlando Barone, Daniel Tognetti, Carlos Barragán, Cynthia García, Mario Wainfeld, entre otros. Del otro lado, en el banquillo opuesto, los que se han mostrado muy críticos desde el aire son Longobardi, Lanata, Nelson Castro, Magdalena Ruiz Guiñazú, Marcelo Bonelli.

Hay una larga lista que podría encolumnarse de un lado y del otro del “ring”, representando a los que están más cerca y más lejos del kirchnerismo. Pero este enfrentamiento entre el gobierno y los medios extremó las posiciones de cada uno, llevó a cada parte a estar más cerca del fanatismo que del periodismo, y cometió el pecado de volverse también una guerra entre periodistas. Fueron famosos los “pases” ácidos entre Víctor Hugo y Magdalena, que luego tuvieron continuidad en los que el conductor uruguayo mantuvo con Nelson Castro. La única víctima que se cobró y se sigue cobrando esta guerra es el periodismo y, sobre todo, la verdad. Porque es probable que en los extremos se esté más lejos y no más cerca de la verdad. Pero, sobre todo, esta división entre periodistas y el enfrentamiento con el gobierno, muchas veces propiciado por ser considerado culpable de lo que el periodismo nunca va a tener la culpa (ejercer su derecho de informar y expresarse libremente), no hace más que deteriorar nuestra propia profesión.

Cambios en el mapa de la radio

Las privatizaciones, la proliferación de multimedios y la inversión extranjera caracterizaron la década del 90 y parte de la siguiente, hasta que en 2009 la nueva “ley de medios”[6] se propuso limitar la concentración de mercado y modificar la estructura de propiedad. Algunos grupos se vieron obligados a vender emisoras (CIE, por ejemplo) o a adecuar su estructura a los lineamientos de la nueva ley, pero los movimientos más notorios fueron motorizados por empresarios afines al gobierno que entraron al sector de medios o ampliaron su participación, aumentando también su influencia en el mercado de la radio. El empresario Daniel Hadad dejó entrever que sufrió presiones para vender el grupo Infobae (Radio 10, Pop, Mega, Vale) a Cristóbal López, hoy al frente del grupo Indalo. Sergio Szpolski, también cercano al kirchnerismo, y Matías Garfunkel, adquirieron las emisoras que tenía la Corporación Interamericana de Entretenimiento (CIE), de capitales mexicanos. La constructora Electroingeniería, al mando de los empresarios Gerardo Ferreyra y Osvaldo Acosta, cercanos a Carlos Zannini, secretario legal y técnico y (al momento de publicar este libro) candidato a la Vicepresidencia de la Nación, hoy conduce el destino de Radio del Plata. Estos movimientos en la estructura de propiedad del mercado de la radio surgieron luego de que se declarara el conflicto entre el gobierno y los medios, mostrando un interés del oficialismo en la creación de medios afines.

El cuadro que figura a continuación muestra el mapa actual de la radio y cómo se distribuyen las emisoras más importantes del país entre los diferentes grupos de medios.

Tabla3

El mapa de la radio seguirá en transformación si se aplican los cambios que figuran en la nueva ley y que buscan más “diversidad, pluralismo y libertad de expresión”. Seguramente, también mutará con el impacto de la revolución digital que afecta al medio y que modifica progresivamente desde la producción de contenidos hasta el modelo de negocio.

La radio del entretenimiento

En la Argentina predomina el modelo de radio generalista, representado por la variedad de contenidos y voces, guiados por conductores “estrella”. En los últimos años la noticia y la información fueron perdiendo protagonismo a manos del entretenimiento, hasta llegar en algunos casos a limitarse a los servicios informativos de las emisoras. Radio Mitre, Radio 10, Continental y La Red son ejemplos de emisoras generalistas que se alternaron en los primeros puestos del ranking de audiencia en la última década. Buscan continuidad narrativa a través del “pase” de un programa a otro y por medio del servicio informativo, que atraviesa toda la programación. Todos los programas, incluso los de la primera mañana, priorizan el humor y el entretenimiento, acotando cada vez más el tiempo de columnas, entrevistas y crónicas de actualidad. La radio ofrece cada vez menos tiempo para el periodismo que investiga, profundiza y analiza y, en cambio, abre el juego a los títulos, los contenidos en “píldoras”, los golpes de efecto y la polémica.

La radio especializada en FM tiene buenos resultados de audiencia, sobre todo en la población más joven. En la Argentina existen emisoras de FM especializadas en rock, pop, tango, música clásica, música en inglés, listas de éxito, entre otras. De todos modos, las emisoras de FM que más audiencia acumulan (Pop, Metro, La 100) se especializan en un tipo de música pero además ofrecen programas de contenido variado, en algunos casos durante todo el día y, en otros, solo en la primera o segunda mañana y en el horario “de vuelta”. La música no deja de ser un contenido fundamental, pero se distribuye entre los programas y se convierte en un elemento más que define la identidad de la emisora. Las FM combinan, de alguna manera, rasgos de la radio generalista y la radio especializada. Nuestra frecuencia modulada tiene contenido, no solo música. Sin embargo, como ocurre con la radio generalista, pero incluso de modo mucho más acentuado, los contenidos en la FM apuntan sobre todo al humor, el espectáculo, el deporte y la cultura, reduciendo el espacio para la información y el análisis político, económico y social. Los periodistas que tienen cabida en la radio de estos tiempos son los que además de informar son capaces de hacerlo de modo atractivo, con humor, en poco tiempo y sin pretensiones de profundización.

La nueva radio que ya llegó

El desafío más grande que tiene la radio entre manos es el de acompañar el cambio tecnológico sin resistirlo. Por el contrario, en lugar de perder el tiempo en debates estériles sobre su desaparición, la radio debe superar su modorra tecnológica construida sobre la base de casi cien años de historia, abrazando las enormes posibilidades que le da la digitalización. Internet le abrió el juego a la “radio que se ve” sin perder su especificidad, sino combinando, con el contenido sonoro como eje, imágenes, videos y textos. La nueva radio es multiplataforma y multisoporte. Se la consume por aire, cable, satélite o Internet a través del celular, la tableta, la laptop, el iPod o el receptor del auto. Viaja sin límites geográficos y mucho más allá de lo que le permitían las ondas.

La nueva radio quizá deje de llamarse radio porque su nombre está asociado a la tecnología que la hizo posible, que tal vez no tarde mucho en desaparecer a manos de Internet. Pero nunca dejará de existir la necesidad de consumir contenidos con una atención más dispersa, producto de estar haciendo más de una actividad al mismo tiempo. Solo el sonido ofrece esa posibilidad: conducir compartiendo historias, trabajar oyendo música o caminar escuchando las noticias. La comunicación sonora se fortalece con las nuevas posibilidades tecnológicas, y la radio tradicional está sentada frente a la oportunidad de crecer evolucionando y revolucionando el medio gracias a las nuevas tecnologías.

(*) María José Müller – Doctora en comunicación y periodista. Profesora investigadora de grado y posgrado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Ha publicado libros en co-autoría y artículos sobre su especialidad: la radio. Conduce el programa El Atajo, por FM Milenium. Ejerció el periodismo radiofónico en diversas emisoras de Capital Federal. Es fundadora y voluntaria de Amplitud Solidaria, una organización que promueve la radio como medio para conseguir que todas las comunidades y las personas tengan voz.

[1] El Sistema de Información Cultural sobre la base de datos de la UNESCO publicó en 2005 que la Argentina tenía 676 receptores por cada mil habitantes. Europa, en promedio, tenía 672, y 387 América Latina. Estados Unidos se separaba mucho del resto, con 1.990 receptores cada mil habitantes.

[2] Desde finales de la década del 80, y con el fin de ordenar el espectro radioeléctrico, el COMFER trabajó en el registro de las emisoras y otorgó los “permisos precarios provisorios” como autorizaciones transitorias para operar hasta la obtención de una licencia definitiva.

[3] Ver PIS DIEZ, E., “La Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual en el mapa de medios de Argentina: efectos sobre la estructura de la propiedad”, en Conexiones, vol. 2, n. 1, pp. 29-41, 2010.

[4] El artículo 49 de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual establece: “La autoridad de aplicación establecerá mecanismos de adjudicación directa para los servicios de comunicación audiovisual abierta de muy baja potencia, cuyo alcance corresponde a las definiciones previstas en la norma técnica de servicio, con carácter de excepción, en circunstancias de probada disponibilidad de espectro y en sitios de alta vulnerabilidad social y/o de escasa densidad demográfica y siempre que sus compromisos de programación estén destinados a satisfacer demandas comunicacionales de carácter social (…)”.

[5] El artículo 88 establece: La Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual confeccionará y modificará, con la participación de la respectiva autoridad técnica, la Norma Nacional de Servicio con sujeción a los siguientes criterios: (…) -El aprovechamiento del espectro radioeléctrico que promueva la mayor cantidad de emisoras.  -Las condiciones geomorfológicas de la zona que será determinada como área de prestación. Toda localización radioeléctrica no prevista en la norma podrá ser adjudicada a petición de parte interesada, según el procedimiento que corresponda, si se verifica su factibilidad y compatibilidad radioeléctrica con las localizaciones previstas en la Norma Nacional de Servicio. El Plan Técnico de Frecuencias y las Normas Técnicas de Servicio serán considerados objeto de información positiva, y deberán estar disponibles en la página web de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual”.

[6] A la  ley de medios que reemplazó a la obsoleta  22.285, de 1980,  se la denominó “Ley de Servicios Audiovisuales”, aprobada luego de  mucho debate y en medio de un enfrentamiento público entre el Gobierno y Clarín.

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