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Preocupa a la prensa estaodunidense la pérdida de lectores

Ética y desafíos, según James Rowe

El editor dominical de uno de los principales diarios norteamericanos se refirió en una mesa redonda con una docena de editores de los principales diarios de la Argentina y en una posterior charla abierta con periodistas, a los principales desafíos que enfrenta actualmente el periodismo norteamericano en las redacciones: la pérdida de lectores y el aumento de las faltas éticas.

En dos eventos que tuvieron lugar en Buenos Aires, el 14 y 15 de julio últimos, James Rowe, editor de la edición dominical del Washington Post, consideró la pérdida sostenida de lectores como el principal problema que debe enfrentar el periodismo hoy en día y se refirió a las estrategias llevadas adelante por el Post para revertir esta tendencia.

La actividad fue organizada por el Foro de Periodismo Argentino (FOPEA), con el patrocinio del Centro Knight de Periodismo para las Américas de la Universidad de Texas en Austin y el apoyo de la escuela de periodismo TEA, que ofreció su auditorio para la realización de una charla abierta a los periodistas.

Pérdida de lectores

En relación a la caída de la circulación, reveló que comenzó en la década del setenta y empeoró en las dos siguientes. Precisó que, mientras en los ‘70s, el 78 por ciento de los adultos norteamericanos leía diarios, en el 2003, esa cifra bajó al 55 por ciento. También indicó que, en 1990, se vendieron 63 millones de ejemplares diarios, cifra que en la actualidad se redujo a 55 millones, 8 millones de los cuales dejaron de venderse el año pasado. En este sentido, estimó como “preocupante” el riesgo de que los diarios no puedan sostenerse económicamente.

Señaló que si bien el Washington Post “parecía haber sido inmune hasta hoy” a esta caída en las ventas, desde 1993, “también pareció reducir su circulación regular y, en gran medida este año, cuando hemos pasado muy mal invierno”.

Indicó que, en los últimos diez años, el diario perdió 100.000 lectores tanto los días domingo como el resto de la semana. El periodista brasileño y director del Centro Knight de Texas, Rosental Calmon Alves, citó cifras de ABC, según las cuales el Post sufrió una caída en sus ventas de 25.000 copias en los últimos seis meses y señaló que uno de los vicepresidentes del diario la atribuyó, entre otras razones, a Internet y a la salida del Express, el diario gratuito del Post.

Respecto de estos datos, Rowe dijo que “todavía no sabemos cuánta es la pérdida definitiva” y justificó esta situación por el retiro jubilatorio de la persona encargada de las estadísticas de circulación del diario a principios de año. No obstante, atribuyó parte de disminución a las malas condiciones climáticas del invierno pasado en Estados Unidos, que afectaron la distribución del matutino, “especialmente en enero cuando se produjo la mayor caída de lectores”.

Más allá de estas cifras, afirmó que desde el 2003 a este año, algunos diarios lograron subir sus ventas en un 15,4 por ciento. Destacó el caso particular del New York Times, que “vende más de la mitad de sus ejemplares fuera de Nueva York y esta tendencia está creciendo, mientras que en Nueva York está en baja, lo que da una oportunidad para que otros diarios aumenten su circulación allí”.

También se refirió a algunos escándalos protagonizados por diarios que mintieron sobre su circulación, como el protagonizado por el Tribune, que infló su circulación en 40.000 ejemplares diarios y 60.000 los domingos; su diario en español, llamado Hoy, que infló sus cifras en 15.000 ejemplares por día y 4.000 los domingos; y el Chicago Sun Times que aumentó en 30.000 el número de ejemplares de los que realmente vendía. “Es como producir lectores que en realidad no existen”, señaló.

Rowe identificó cuatro razones por las cuales viene sucediendo este fenómeno de la reducción en la venta de diarios y que interactúan entre sí: la falta de interés de los lectores más jóvenes, el incremento de los inmigrantes, la falta de tiempo de la población para leer y la competencia de otros medios como fuentes de noticias, principalmente Internet.

Atraer a los lectores jóvenes

Rowe explicó que el Post – al igual que otros diarios- está intentado atraer a lectores más jóvenes, sin perder a los más viejos. Analizó que los jóvenes están menos interesados en las noticias y usan más la web que los mayores. Citó algunas cifras sobre los hábitos de lectura de diarios de las distintas franjas etarias, según una encuesta publicada en America Jounalist Review: mientras que hace 10 años, un 25 por ciento de los jóvenes de entre 18 y 29 años leía el diario, hoy sólo lo hace el 16 por ciento, contra un 42 por ciento de la franja de entre 30 y 50 años, y un 70 por ciento de más de 60 años que lo lee habitualmente.

“En el pasado, a medida que la gente maduraba, leía más diarios. Ahora, si vemos los patrones de lectura, esto no sucede. Los viejos se están muriendo y los jóvenes no nos leen”, señaló Rowe. “Y todavía no encontramos la forma de mantener a los viejos vivos por más tiempo”, agregó en medio de las risas de los asistentes.

Compra de diarios en español

En relación al aumento de la población de inmigrantes, especialmente hispanoparlantes, contó que varios diarios norteamericanos están comprando diarios en español con el objetivo de comenzar a atraerlos como lectores, con vistas a que un día estén suficientemente familiarizados con el idioma inglés y comiencen a elegir diarios en esta lengua.

El propio Post, hace tres meses, compró el periódico semanal en español El Tiempo Latino. Con una tirada semanal de 34.000 ejemplares, Rowe explicó que está destinado a la comunidad latina que vive en Washington, principalmente oriunda de Centroamérica y de Bolivia. “Compramos diarios en español para llegar a una audiencia que hoy no tenemos, con la esperanza de que esa gente lentamente empiece a leer el Post”, expresó.

Además, citó los casos del Tribune que desde 1998 tiene el diario Hoy con una venta de 50.000 copias en Nueva York – donde compite con otro diario en español llamado La Prensa- y que en el 2003 lo llevó a Chicago y este año a Los Angeles; otro diario de nombre La Opinión que es un gran éxito en Los Angeles, con una circulación de 130.000 copias; el diario El Día, de Texas; y el insert semanal en español que distribuye el Wall Street Journal con su diario. También mencionó que Univision Comunication, un conglomerado mediático, está produciendo contenidos audiovisuales en español. “Es evidente que el mercado hispanoparlante está creciendo en los Estados Unidos rápidamente y lo va a seguir haciendo en los próximos años”, concluyó.

Alves, por su parte, comentó el caso de La Prensa que “vendía 42.000 copias en Washington y Los Angeles a un dólar el ejemplar” y que tras comenzar a imprimirse con el Washington Times, “cayó un poco su circulación, pero sigue siendo importante”.

En este sentido, Rowe estimó que “obviamente, hay un gran mercado para los diarios en español y va a crecer muchísimo en los próximos diez años”. Aseveró que hay quienes auguran que ”la próxima guerra entre las cifras de ventas de los diarios, se va a dar entre los editados en español, que ya están vendiendo un millón de copias por día”.

Al explicar este fenómeno, Rowe sostuvo que a diferencia de lo que sucedió con “las primeros inmigrantes que trajeron diarios en sus propias idiomas y, luego de dos o tres generaciones, fueron totalmente asimilados por la cultura estadounidense y perdieron esas publicaciones, los inmigrantes hispanoparlantes, si bien asimilan la cultura (norteamericana), igual van a buscar cultura en su propio idioma”. Y consideró que “van a tardar mucho más en perder su lengua de origen, por ser una inmigración de flujo constante”.

Alves coincidió en que el negocio de los diarios en español “va a estar firme por bastante tiempo” y advirtió que “a pesar de que los hispanos hablan cada vez más inglés y la segunda generación de inmigrantes se expresa mejor en este idioma, siguen comprando el diario en español, no por el lenguaje, sino por el contenido”.

Mejorar la calidad

Rowe señaló que para enfrentar la caída en la circulación, además de comenzar a editar diarios en otro idioma, el Post buscó mejorar la calidad del diario. A continuación, enumeró algunos de los cambios que comenzó a implementar: mejorar el diseño general del matutino y en particular de la primera plana, a fin de dar un rápido resumen de lo que hay en su interior; ampliar y mejorar la cobertura de las secciones de entretenimientos y de deportes, en particular de aquellos deportes en los que las personas participan; mejorar y mantener constantemente actualizados los sitios web del diario; y hacer más publicidad para que los lectores sepan lo que está ofreciendo el diario y que se interesen en él.

Otro de los cambios consistió en empezar a escribir historias más cortas que las tradicionalmente extensas del Post, más atractivas para atrapar a los lectores y menos historias de las que Rowe llamó “de procesos”. Respecto de esto último, citó como ejemplo, la cobertura que él realizaba hace 30 años del tratamiento del Presupuesto en el Congreso, cuando escribía una historia por día durante tres semanas. “Hoy esperamos hasta que terminen las audiencias sobre el Presupuesto y escribimos una sola historia. ¿Por qué hacemos esto? Porque creemos que nuestros lectores están menos interesados en los procesos dentro del gobierno. Si esto es bueno o no, no lo sabemos. Creemos que los diarios son buenos para hacerle saber al pueblo qué hacen sus representantes”.

Sin embargo, advirtió que como contracara de este cambio, “las historias no son tan buenas porque no conocemos tan bien las fuentes. Yo conocía muy bien a las fuentes con las que trabajaba cuando estaba todos los días en el Congreso y seguía las sesiones”.

Contó, también, que en el Post “hay una persona que se sienta con los periodistas para enseñarles a escribir mejor las noticias” y les sugiere pautas tales como “emplear más la voz activa y no la pasiva, usar más ejemplos, no utilizar 45 palabras si pueden utilizar una”.

En este sentido, Alves agregó que “hay diferentes diarios donde se les explica a los editores que tienen que trabajar más para desarrollar las capacidades de los periodistas para escribir notas”. Recordó que “en el pasado, los editores tenían más tiempo para trabajar con los periodistas y corregir sus notas, pero esto desapareció” y reconoció que hoy “a veces, los editores prefieren directamente re-escribirlas”.

Rowe coincidió en señalar el déficit de escritura de los periodistas y afirmó que como profesor, estaba “sorprendido por cómo ha cído la calidad de la producción de los alumnos universitarios”. Atribuyó esta situación a que “no leen porque están más tiempo mirando televisión y navegando por la web. Tengo alumnos muy inteligentes que no pueden juntar 14 palabras, por lo que lleva tiempo capacitarlos para que escriban mejor”.

Nuevos productos

Rowe reveló que otra estrategia del Post consistió en agregar nuevos productos, como la incorporación de un nuevo suplemento los domingos llamado Sunday Source, con más fotos, publicidad y notas sobre lo que se puede hacer en el tiempo libre. Al desplegar la edición del domingo 4 de julio, mostró algunas de las notas de la tapa: cómo preparar un buen sándwich de cangrejo, una nota sobre mascotas – “a todos nos gustan las macotas”, explicó, y otra sobre los pasos a seguir para presentarse como candidato a Presidente. “Estas son el tipo de cosas que parecen ser populares, aunque no sabemos si tenemos más lectores por esto. Sí sabemos que tenemos que pagar más sueldos”, agregó.

Asimismo, señaló que esta política que no es exclusiva de ese matutino. “El New York Times, que apunta a un público más sofisticado, también agregó una sección de moda femenina y masculina, otra de estilo de vida y va a modificar su sección cultural, buscando atraer a ese uno por ciento de lectores de todo el país y del mundo que tienen dinero y están interesados en esos temas”, afirmó.

En esa búsqueda de nuevos públicos, contó que “muchas empresas han lanzado diarios gratuitos para atraer lectores que no compran el diario. Son diarios con contenidos de noticias para ser leídos en veinte minutos por personas con poca cultura”. Explicó que el Post decidió hacer lo mismo y, hace un año, comenzó a editar el periódico gratuito Express, que se reparte en los subterráneos y tiene una tirada de entre 30.000 y 40.000 ejemplares. Esta publicación de tamaño tabloide, tiene una redacción separada de la del Post pero se imprime en sus mismas prensas. Según informó Rowe, su principal objetivo es “atraer a los lectores más jóvenes” y, a la vez que “publicitar otros productos y, junto con la edición on line, competir por los dólares que se invierten en publicidad”. Rowe admitió que su objetivo “no es ganar dinero”, sino “sumar lectores”, aunque reconoció no saber “si en dos años, esas personas van a estar leyendo el Washington Post”. Sin embargo, reconoció que “todavía es muy temprano para ver los resultados, ya que hace menos de un año que está en la calle”.

En relación a los diarios gratuitos, Alves contó que en Estados Unidos uno de los primeros fue el Red Eye, de Chicago, y “su objetivo no era tanto la gente que viajaba en tren o subte, sino los jóvenes. Este proyecto de Post, que es nuevo y único en cuanto a su contribución, es una mezcla de ambos: está dirigido a personas muy jóvenes y se distribuye en los medios de transporte y las zonas metropolitanas”. Aunque en este punto, Rowe advirtió que “ahora estamos apuntando más a lectores del subte y del tren que a los demás”.

Alves, asimismo, destacó como otra característica de los diarios gratuitos en Estados Unidos, el hecho de que incluyan la marca del diario “padre o madre” con la finalidad de “dar una especie de aperitivo de lo que sería del Washington Post para que la gente se familiarice con la marca y la introduzca en sus vidas diarias de esta manera”.

El director del Centro Knight de Periodismo para las Américas afirmó que “hay personas que sostienen teorías de que, en el futuro, los diarios serán gratuitos”. En este sentido, subrayó el hecho de que son cada vez “más baratos” y que “no están aumentando”, y citó el caso de México, donde “los diarios vespertinos redujeron el precio y aumentaron su venta en un año de 10.000 a 250.000 ejemplares, básicamente por el precio, aunque con una mejora editorial también”. Esta situación lo hizo sostener que “la tendencia es que el precio de los periódicos va a ser unos de los mecanismos que los diarios van a utilizar cada vez más para mantenerse vivos”.

Sin embargo, Rowe dijo no estar “muy seguro” de que esto sea así y advirtió que un diario gratuito “no es tan atractivo para la publicidad”. Y al fundamentar la importancia de ésta, explicó que el “precio de venta del Washington Post no cubre el costo de un sueldo; ni siquiera de la tinta o del papel”. Agregó que las empresas pagan un valor adicional por colocar publicidad dentro de un producto editorial, en referencia a los inserts que vienen en los diarios. En relación a éstos, afirmó que “los domingos pueden encontrar dentro del Washington Post una bolsa plástica sellada, muy abultada en las zonas residenciales, que incluye la revista del diario, la guía de televisión y una increíble cantidad de folletos de publicidad, con muestras gratis y cupones de descuentos”.

Ante una pregunta sobre si los llamados “anabolizantes” que acompañan los diarios – como libros, discos compactos o DVDs – influyen en la venta de los ejemplares, Rowe señaló que este tipo de promociones no existen en los Estados Unidos.

Por su parte, el editor ejecutivo del Buenos Aires Herald, Michael Soltys, le preguntó si los diarios gratuitos hacen perder lectores tradicionales, a lo que Rowe respondió que “ése había sido un debate en el Post durante 15 años. Hicimos encuestas entre nuestros 800.000 lectores y la mitad dijeron: no cambien nada. Son muchas personas y no queremos que se enojen si hacemos cambios”. Explicó que, entonces, al innovar “siempre estamos pensando en no hay que perder estos lectores que piensan que somos perfectos, pero al mismo tiempo tenemos que atraer otros nuevos”, por lo que concluyó que “éste era un debate constante”. No obstante, consideró: “Creemos no haber perdido demasiados lectores ante los cambios. La mayoría de las cosas que hicimos han sido muy creativas”.

A su vez, precisó que “los lectores del New York son mucho más exquisitos que los nuestros. Antes, había un punto después del nombre del diario y cuando lo sacaron, hace treinta años, muchísimas personas llamaron para quejarse. Yo creo que nuestros lectores ni se darían cuenta”.

Interrogado por Italo Pisani, Editor General del diario Río Negro, sobre la posibilidad de que exista gente que resigne la compra del diario por motivos económicos, Rowe respondió que el Post puede haber perdido lectores por este factor pero “en forma temporaria” ya que el precio del diario – 35 centavos de dólar – es “muy bajo”. Sin embargo admitió: “Nosotros repartimos el Express en forma gratuita en los subtes y probablemente, de lo contrario, mucha de esa gente no leería el diario”.

En otro tramo de su exposición, Rowe se refirió al recorte de costos que llevaron adelante distintos diarios norteamericanos. Explicó que “el Chicago Tribune y otros diarios han recibido presiones de Wall Street para mantener altas las ganancias” y contó que, recientemente, ese diario compró Los Angeles Times. “Su margen de rentabilidad era del 28 por ciento y el de Los Angeles Times, del 19 por ciento, que es bueno para la mayoría de las industrias, pero los dueños de diarios quieren ganar dinero. Así que las empresas se fusionaron y después dijeron que había que subir los márgenes de rentabilidad de Los Angeles Times”. Con este objetivo y pese a haber ganado cinco premios Pulitzer en el 2004, advirtió que “el premio que le dieron fue 200 despidos para reducir los costos”.

Como contrapartida, sostuvo que Donald Graham, actual dueño del Post, “está por supuesto interesado en que el diario sea rentable, pero no está preocupado por los resultados trimestrales. En marzo, un analista de Wall Street dijo: si ustedes se preocupan por cuánto va a ganar el Washington Post en el próximo trimestre no lo compren. A nosotros no nos importa. Lo importante es la estrategia a largo plazo, no los resultados de corto plazo”.

La experiencia de la edición temprana del diario del domingo

Rowe explicó que el Post es el diario más importante del estado de Washington y que si bien tiene un competidor, el Washington Times, “es muy pequeño y no compite por publicidad ni por lectores”.

La publicación más importante del Post es la edición del domingo, día en el que el diario vende 300.000 ejemplares más que el resto de la semana y genera la mitad de los ingresos por publicidad del matutino. Mientras que de lunes a sábados, la circulación es de 772.000 ejemplares, los domingos supera 1.000.000. Sin embargo, Rowe admitió no saber “si este aumento de circulación está motivado por la lectura de noticias” y opinó que “muchos están interesados en la guía de televisión o en los clasificados”.

Debido a que la circulación este día también venía cayendo, Rowe contó que durante varios años se discutió publicar una edición dominical que saliera el sábado, tras evaluar que hay gente que el domingo no lee el diario ya que va a la iglesia o a los encuentros deportivos, el abultado volumen de la edición dominical que hace difícil su lectura en un solo día, y la posibilidad de acceder en forma anticipada a las ofertas de la publicidad, cupones y clasificados.

Finalmente, su lanzamiento se concretó en el 2000, cuando la empresa decidió experimentar con una edición temprana del diario del domingo, proyecto para el cual convocó a Rowe, quien debió diseñar su salida en tan sólo dos meses. Desde entonces, la edición de la Early Sunday Edition está a su cargo. Esuna edición separadade la del sábado que sale 15 horas antes que la edición original del domingo.

Rowe contó que a la primera edición de cualquier diario, en Estados Unidos, se la conoce también como “bull-dog”, nombre sobre el que existen dos versiones: una, por el hábito de Winston Churchill de no poder esperar a que el diario le llegara a su casa a la mañana, por lo que salía a la calle a buscarlo con su perro bull-dog, raza cuyo nombre se hizo extensiva a la primera edición de los diarios; la otra versión hace referencia a la marca “Bull-dog” de los camiones en los que se hacían antigüamente el reparto de diarios.

La Early Sunday Edition actualmente vende 50.000 ejemplares diarios, con una importante tirada fuera de Washington (42.000 dentro del estado a un costo de 1,5 dólar, y 8.000 fuera de él a 4,5 dólares el ejemplar), cifra que representa el 25 por ciento de las ventas totales del Post y el 5 por ciento de las del domingo. “Si bien le restamos algunas ventas a la edición tradicional del domingo, eso no es malo”, opinó Rowe, quien agregó que “si se vende bien la edición temprana, se quita alguna presión a la producción del sábado a la noche”.

De hecho, actualmente, la Early Sunday Edition es la única del Post que está creciendo en su circulación, aunque Rowe afirmó no saber “si los lectores de la edición temprana están interesados en el diario o en los cupones”.

A diferencia del resto de las ediciones que se venden en un 80 por ciento por suscripción y se envían en forma directa a domicilio, la edición temprana se consigue únicamente en quioscos, supermercados, farmacias y licorerías, lugares que no están abiertos los domingos en Washington. “Hay personas que ni siquiera verían el diario el domingo, pero que lo compran al verlo en la calle el sábado y tienen un par de días para digerirlo”, acotó.

La edición temprana se vende desde las 7 de mañana del sábado hasta las 2 de la madrugada del domingo, cuando es reemplazada por la edición tradicional de ese día, lo que implica que en los hechos compite más con la edición del sábado, aunque varía su forma de venta (en la calle, en lugar de suscripción a domicilio).

A pesar de este crecimiento en las ventas de la Early Sunday Edition, aún no se ha zonificado como el resto del diario, cuya circulación se extiende los estados de Virginia y Meryland, ya que según indicó Rowe, “todavía no es lo suficientemente grande”. También aclaró que, según el estado en que se venda, “la plana principal del Post es la misma, pero cambia el contenido”.

En cuanto a la diferencia entre la edición temprana del domingo y la tradicional, Rowe explicó que varía el diseño, “más extravagante para un diario conservador como el Post” y la sección de noticias, por el distinto horario de cierre. Mientras que la edición temprana cierra el sábado a las tres de la mañana, la edición normal del domingo lo hace a las ocho y media de la noche. “La dificultad está en lograr que los periodistas acepten entregar una nota más temprano para la primera plana”, revela Rowe.

Además de la inclusión de las noticias que se produzcan en el ínterin entre un cierre y otro, también varía la cobertura de deportes porque los partidos o eventos deportivos no tuvieron aún lugar. En relación a este punto, Rowe afirmó que “a diferencia del Post, que no incluye estadísticas muy completas sobre deportes”, la edición temprana le da mayor detalle a la cobertura deportiva al incluir, por ejemplo, “lo que está haciendo cada jugador de cada equipo y cómo es su actuación. Tratamos de establecer una diferencia importante en este sentido”. Fundamentó esta decisión en el hecho que “un 15 por ciento de nuestros lectores son fanáticos de los deportes”.

“Tenemos otras maneras de diferenciar la edición temprana de la tradicional”, agregó Rowe, en referencia a la publicación, durante los meses previos al comienzo de la guerra con Irak, de un resumen de lo que venía sucediendo, que luego se mantuvo diariamente durante todo el conflicto. “Lo revivimos nuevamente hace un mes y medio. No hablamos sólo de los muertos, sino de otras situaciones también. La semana pasada, nos ocupamos de la ocupación de Estados Unidos en Irak, que al gobierno no le gustó, pero me pareció correcto incluirlo”.

Rowe reveló que otra innovación de la Early Sunday Edition es la inclusión de la página tres de una revisión semanal de las noticias, destinada a “aquellos lectores ocasionales que no compran todos los días el diario”.

Sin embargo aclaró que, más allá de estas diferencias, “en un noventa por ciento ambas ediciones tienen el mismo contenido”, excepto que se produzca algún acontecimiento importante entre un cierre y otro, como fue el caso de la muerte de Ronald Reagan, hecho que hizo cambiar completamente la tapa de la edición dominical tradicional.

Lo que sí varía sustancialmente es el diseño ya que, según precisó Rowe, la primera edición incluye fotos más grandes y notas con un despliegue más destacado en la tapa, escritas por periodistas del Post. La primera página contiene, a diferencia de la segunda edición, un adelanto del contenido del resto del diario. “Esto responde a que vendemos el diario en la calle por nuestra portada, no por suscripción”, explicó Rowe.

Por otro lado, precisó que “en Estados Unidos hay muchos diarios con edición temprana que son una especie de continuación de los diarios del sábado. El Tribune, por ejemplo, vende la mitad de la circulación de la edición temprana y la del domingo en puestos de diarios, y el Washington Post, el 30 o 35 por ciento de su tirada”.

Por su parte, Alves comentó que “en Brasil también tenemos ediciones tempranas de diarios, no tan temprano como la del Post, pero sí a las dos o cuatro de la tarde del sábado, y compiten con la edición del domingo”.

Ventajas y desventajas de Internet

En otro tramo de su exposición, Rowe se extendió con particular detalle a la expansión de Internet y la competencia que implica para los diarios impresos, y enumeró ventajas y desventajas. Entre estas últimas, advirtió que “aquellas historias que no son verdad, hace 10 años, no hubieran preocupado a ningún editor. Pero hoy están en la web y no pueden ignorarse, aunque más no sea para desmentirlas”. Citó como ejemplo el caso de un supuesto amorío extramatrimonial del candidato presidencial demócrata John Kerry, historia que una vez chequeada por el Post, era falsa. “Hace 15 años no hubiéramos ni siquiera tratado el tema. Pero como hoy estaba en Internet, publicado por la oposición, al otro día, hubo que escribir un artículo en el diario para negarlo”, explicó.

En ese sentido, opinó que “la gente no discrimina si una historia es verdadera o falsa, antes de subirla a Internet, simplemente la pone” y alertó que al no haber una suerte de “editores” en la web con la función de supervisar que “lo que se publique sea exacto, preciso y correcto, a veces se cometen graves errores. Nuestro objetivo es ocuparnos de la verdad en el diario, pero en la web hay muchas mentiras y esto obliga a las redacciones a tratar historias de las que, de no estar on line, no se hubieran ocupado”.

Para Rowe, “cambiaron los conceptos de noticia debido a Internet. Ahora se ponen en la web, cosas que no pueden esperar una semana”. Como ejemplo, comentó el caso del escándalo de Mónica Lewinsky del que “Newsweek se enteró pero no lo quiso publicar en su edición que sale los domingos porque tenían que verificar los hechos. Pero un sitio web, the Drudge Report, se enteró de que la revista estaba reteniendo la historia porque quería chequear algunos datos y presentó la historia de Mónica Lewinsky antes que Newsweek la publicara”. Rowe advirtió que, a partir de entonces, “Newsweek empezó a poner en su sitio web noticias que no pueden esperar una semana. Nosotros corremos con noticias que no pueden esperar ni un día”. En este sentido, contó que “uno de nuestros periodistas políticos tuvo una historia relacionada con el vicepresidente y hubo un debate interno sobre si esperar hasta el día siguiente para publicarla. Decidimos que no y la pusimos en nuestro sitio web, cuando antes hubiéramos esperado hasta el otro día. Todos estos conceptos sobre qué es noticia cambiaron a partir de internet”.

Por otro lado, observó que si bien Internet tiene la ventaja de que facilita la búsqueda de información, “hace que el plagio sea mucho más sencillo como ya hemos visto con varios ejemplos de periodistas”, aunque admitió que “también es más fácil detectarlo”.

Como ventaja, destacó el hecho de que la existencia de páginas web expande notablemente la llegada de los diarios a un enorme caudal de lectores en el país y en el mundo que, de otro modo, no accederían a ellos y permite, entonces, que más gente que se interese por esos diarios. Esta situación potencia, además, las posibilidades comerciales de las publicaciones.

Sostuvo además que, al tiempo que expone los artículos escritos por los periodistas a los lectores del mundo entero, posibilita que las distintas fuentes consultadas ­ – con frecuencia fuera de los Estados Unidos- puedan leer la información finalmente publicada, “lo que en muchos casos facilita la tarea de los periodistas”. Y puso como ejemplo, el caso de los periodistas especializados en ciencias, que tratan habitualmente con especialistas de distintos partes del planeta.

Como contrapartida, afirmó que las páginas web de los diarios “requieren tener periodistas que las alimenten” y “utilizan recursos de la redacción”. Rowe reveló que en el Post “preferimos tener notas de redactores propios del diario en la web”, aunque esto implique que “deben terminarlas antes para que puedan estar disponibles on line”.

Por su parte, y en línea con lo dicho por Rowe sobre el crecimiento de lectores de diarios en Internet, Héctor D’Amico, secretario de Redacción del diario La Nación y uno de los asistentes a la mesa redonda con editores, mencionó una cifra dada por el propio Donald Graham, actual dueño de Post, referida al crecimiento de las visitas a la página web del Post: sobre una circulación habitual de 800.000 ejemplares (de lunes a sábados), las consultas en Internet del sitio ascendían a 7.000.000 por día.

A partir de este dato, D’Amico quiso saber si Rowe consideraba “más valioso” al lector de edición papel que al de la versión en Internet, a lo que Rowe respondió: “Preferimos a los que pagan por el ejemplar, desde el punto de la publicidad, porque los avisadores creen que estos lectores son más atractivos”, aunque afirmó que “hay lectores web que también leen la edición en papel”.

Al destacar que “todas las organizaciones de noticias del país (Estados Unidos) tienen un sitio web”, Rowe señaló que hay dos razones que explican este hecho: por un lado, “los lectores esperan leer las noticias en Internet”; por el otro, se trata de “una razón comercial”. Sobre ésta, se explayó al afirmar “que los clasificados son la más importante fuente de ingresos para los diarios norteamericanos y es la publicidad que más fácil se transporta a la web. Sólo la parte de empleos del Post los domingos, por ejemplo en septiembre, puede tener entre 75 y 80 páginas. Para los 30 empleos que a una persona le pueden interesar, puede ir a la web, ingresar la palabra clave y leer sólo los avisos que le interesan”. En este sentido, destacó que “si hay algo que los diarios aprendieron bien, es a tomar avisos clasificados”, a los que definió como la “parte crítica”.

En cuanto a si la web es un negocio atractivo para el diario, Rowe dijo no saber aún la respuesta. “Nuestro sitio está ganando algo de dinero”, aunque puso en duda que “en algún momento puedan generar el dinero suficiente como para pagar un buen trabajo periodístico como el que hace el Post y otros diarios, en forma regular”. Aunque, inmediatamente, afirmó: “Pero si lo sacamos, probablemente no aumentaríamos la circulación y nuestros lectores leerían los sitios de otros diarios. Podemos desear que desaparezca Internet, pero si bien muchos de nuestros lectores son locales, muchos no lo son”. En este punto, Rowe aseveró que “la alta gerencia (del Post) está muy interesada en el sitio web” y afirmó que el diario quiere “ser el principal jugador en el juego de las noticias en Internet”.

Con este objetivo, informó que el Post realiza actualizaciones permanentes de su sitio electrónico y que, a diferencia de otros diarios, no utiliza únicamente cables de agencias de noticias, como por ejemplo Associated Press (AP), sino que ofrece informaciones escritas por sus propios redactores. “Creemos que los principales periodistas del Post deben estar en la web”, aseveró, al tiempo que explicó que si bien la redacción del sitio web del Post está separada del diario, “la edición electrónica es una versión temprana de la edición final en papel”.

Rowe contó que, en un principio en el sitio web del Post “no había decisiones editoriales que fueran tomadas por el diario y la gente que administraba la web era interna de la empresa”. En esa época, la mayoría de la información provenía de despachos de AP. Luego, en el 2000, el diario agregó dos editores en la redacción cuya función era buscar historias nuevas para la edición web, que estén disponibles temprano”, comenzó a realizar dos actualizaciones diarias, una a las once de la noche, cuando el diario salía para impresión, y otra a las tres de la tarde. Desde el año pasado, hay dos personas responsables de redactar historias o funcionar como asistentes en la elaboración de notas de mayor envergadura y el diario contrató cinco personas full time, con el cargo de editor asistente, cuya función es estar constantemente actualizando el sitio.

D´Amico quiso saber si, en opinión de Rowe, era necesario crear otro tipo de noticias –diferentes a las de la edición papel- para los lectores on line, y si consideraba que estos querían “menos información dura, menos opinión y más entretenimiento”. Rowe respondió que los lectores del Post en Internet son más jóvenes y están más interesados en las secciones de negocios, deportes, entretenimientos y en las noticias internacionales y menos en las locales. “Creemos que esto se debe a que las personas más jóvenes todavía no crearon una familia, no viven en un lugar determinado y no están interesados en lo que sucede en su zona, como precios de las viviendas, escuelas para sus hijos, etc.”, explicó.

Interrogado sobre si el sitio en Internet tiene un distinto estilo de redacción en comparación al de la edición impresa, Rowe respondió que “las historias básicamente están redactadas en el mismo estilo periodístico del Post”, aunque algunas veces también usan despachos de la agencia AP. Y agregó: “Si vamos a vender la web y hacerla parte del producto del Washington Post, tiene que tener la franquicia del Washington Post, con los principales periodistas del diario allí presentes”.

En relación a la gratuidad de acceso a las páginas de los diarios en Internet, aclaró que el Wall Street Journal es el único en los Estados Unidos que le cobra a sus lectores, aunque se mostró “preocupado” por la decisión del Post y el New York Time, entre otros, de empezar a pedirle a los lectores que se registren y den información sobre sí mismos antes de acceder al sitio, “con la esperanza de que los avisadores se interesen en poner publicidad en estas versiones on line”. Rowe manifestó su disconformidad con esta política al advertir que “en lugar de cobrar, estamos invadiendo la privacidad de las personas”.

Aumento de las faltas éticas

El otro eje de la exposición de Rowe versó sobre las transgresiones éticas que se viene sucediendo en el periodismo norteamericano. Además del escándalo generado por el reportero Jayson Blair, del New York Times, que plagió sistemáticamente e inventó partes de artículos, y que produjo el despido de dos altos editores, mencionó el caso del periodista del USA Today, Jack Kelley. Y si bien destacó que el Post no ha sido afectado por un escándalo de este tipo recientemente, recordó el Premio Pulitzer que el diario devolvió en 1980 por una historia falsa escrita por Janet Cook sobre un vendedor de drogas que le daba heroína al hijo de 8 años de su novia.

Al tratar de explicar estas situaciones, Rowe afirmó que “hay temas que (estas personas) deberían saber, de lo contrario no serían periodistas. Uno no es novelista, no crea su propio mundo, si no que lo descubre y lo informa”. Y sugirió que “la presión de producir grandes historias” puede haber sido uno de los motivos que generaron esos hechos.

Para tratar de evitar la repetición de escándalos de este tipo, comentó que la mayoría de las redacciones importantes, entre ellas la del Post, “están exigiendo que el editor conozca las fuentes confidenciales de los periodistas para realizar una suerte de chequeo de las historias”.

Entre los intentos para contrarrestar hechos como estos en la prensa norteamericana, mencionó el ejemplo del Forth Worth Star Telegram, de Texas, en el que a cada nota publicada por un periodista de la redacción, se le asigna un número. Una vez por semana se realiza un sorteo y la nota seleccionada es sometida a un chequeo mucho más riguroso. “Como no se pueden chequear todas las historias, uno sabe que puede reducir el riesgo a lo largo de un año, verificando las historias de forma más exhaustiva”, explicó.

Asimismo, se refirió a la tendencia creciente en los diarios estadounidenses, como el Washington Post, el New York Times, el USA Today y el Financial Times, de incorporar un ombudsman de los lectores o implementar nuevas pautas éticas. Rowe contó que en el actual ombudsman del Post, Michael Getler, es “totalmente independiente” del diario, tiene un mandato de cinco años y, una vez finalizado, no puede volver a ser contratado por el diario. Y diferenció esta figura de la de “editor público” que creó el New York Times a partir del escándalo de Jayson Blair, ya que “no es totalmente independiente” pues debe reportar al Director Ejecutivo del diario. “Sin embargo ha hecho un buen trabajo hasta ahora”, reconoció.

Alves coincidió en que “hay un cambio en la política de transparencia de los diarios sobre las cosas que hacen y cómo funcionan” y destacó la publicación de “columnas dirigidas a los lectores que comentan los propios errores internos” del diario, a las que diferenció de las correcciones.

En ese sentido, el director del Centro Knight señaló que “en Brasil, también hay una tendencia similar” y mencionó el caso del Folha de Sao Paulo, que tiene una sección del ombudsman donde se pueden leer críticas internas sobre el diario.

Por su parte, Pisani consideró que “la situación (de la prensa) en Argentina está muy lejos de incorporar la figura de un ombudsman” y advirtió sobre la “falta de autocrítica interna”. Contó el caso de un periodista destacado de su diario que plagió párrafos de El País, de España, y fue despedido pero “sigue escribiendo libros”.

A su vez, Carlos Jornet, Director Periodístico de La Voz Del Interior, comentó el caso de un periodista del diario que había copiado párrafos textuales de una revista barrial y fue despedido con causa. “Pero el gremio de prensa lo acompañó legalmente –precisó-, aunque finalmente la Justicia falló que el diario había actuado correctamente y el periodista tuvo que pagar las costas del juicio”. Agregó que, dos años más tarde, el mismo periodista no sólo sigue trabajando como tal en una revista de una Central Obrera, sino que además es vocero de un gremio nacional y miembro de una Comisión de Libertad de Prensa y de lucha por la ética en el ejercicio del periodismo.

Explicó que presentaba esta situación “porque revela que, evidentemente, está faltando algún tipo de debate sobre cuestiones éticas en Argentina. Y nosotros tendemos a cubrir algunas conductas. Quizás debimos haber hecho público el nombre de este periodista cuando el diario lo despidió. En ese momento, decidimos no hacerlo porque – a diferencia del caso Blair – era un tema menor para los lectores, si bien internamente era serio. El hecho es que, en la práctica, el periodista no ha sido afectado e incluso fue protegido por la corporación”.

A su vez, Rowe comentó el caso de un periodista del diario Tribune de Texas despedido por plagio en el 2000, tras haber tomado información de un sito web y haberla incluido en su nota. Posteriormente, desde la empresa periodística a la fue a trabajar, en otra ciudad, llamaron al Tribune para preguntar qué fue lo que había pasado y el diario se negó a comentar la situación. “¿Qué hubiera pasado si hubieran dicho sí?”, se preguntó Rowe. “No sé cómo es la ley argentina. ¿Podrían llegar a ser demandados por invasión de privacidad al revelar la identidad del periodista que cometió plagio? En Estados Unidos, el nombre sería público”, agregó. Pisani respondió que, en el caso de Río Negro, no lo revelaron “por razones legales” y “humanitarias”, para “no condenarlo socialmente”.

Esta situación derivó en la pregunta de si el plagio debería descalificar al periodista responsable de cometerlo para toda nueva incursión en el periodismo, interrogante sobre el que Rowe dijo desconocer la respuesta.

Para Alves, “las normas éticas cambian y evolucionan” y citó el ejemplo de la práctica – habitual en el pasado – de los corresponsales extranjeros de contratar stringers, sin darle crédito en sus despachos.

En tanto, Miguel Wiñazki, Jefe de Capacitación del diario Clarín, afirmó que “en Argentina tenemos umbrales éticos mas bajos que en otras latitudes” y se refirió a lo que calificó como un “secreto a voces”, los periodistas que “cobran”. Asimismo, señalóel hecho de que “son demasiados los medios en el interior sometidos al poder de los aparatos políticos oficiales que determinan el destino económico y el curso editorial de los diarios“.

Al respecto, Carlos Abrehu, Secretario General de Redacción de la Gaceta de Tucumán, planteó una problemática distinta al referirse a las presiones que sufren los diarios, particularmente del interior, por sostener una línea política independiente del poder político de turno”. Precisó que, en los últimos años, “por mantener su independencia, la Gaceta sufrió distintas amenazas, agresiones, retiro de publicidad, falsas denuncias judiciales y varios periodistas fueron víctimas de una golpiza. Esta situación revela que el poder político local presiona a los medios independientes y quiere condicionar su grado de autonomía financiera”.

Al respecto, Alves advirtió que “cuando algo así pasa, es muy importante que se conozca” y se refirió a la experiencia de Brasil, “donde tenemos una enfermedad que es la falta de sensibilidad de la prensa nacional sobre los problemas de los medios del interior, que incluso sufrieron algunos asesinatos. Yo hago un meaculpa por haber sido arrogante hacia los pequeños medios del interior. Ni siquiera tuvimos la actitud de ir a investigar qué era realmente lo que estaba pasando allá”. Por este motivo consideró como “muy importante organizarse a nivel nacional y respetarse mutuamente” y sostuvo que “nadie nos va a ayudar si no nos ayudamos nosotros mismos”.

Por su parte, la Prosecretaria de Redacción del diario El Territorio, Maria Itumelia Torres, pidió a los diarios nacionales “chequear los artículos que envían sus corresponsales en las provincias, ya que muchas veces copian notas producidas por los periodistas locales”.

Directrices éticas del Washington Post

Uno de los diarios que implementó nuevas pautas éticas fue el Post, quien en febrero de este año difundió siete directrices relacionadas con la política a seguir en relación al manejo de las fuentes y el origen de la información, a fin de “lograr la máxima apertura y ser lo más transparente posible” hacia sus lectores y así permitirles “evaluar” lo que están informando.

Rowe explicó que “la mayoría de estas pautas ya existían en nuestra guía de estilo y de mejores prácticas” y que lo que se hizo fue “compilarlas todas juntas en un mismo texto”.

1) Manejo de las fuentes confidenciales

2) Trato con las fuentes

3) Tratamiento de las citas textuales

4) Formas de atribuir la información

5) Reglas para el manejo de la información y las fuentes

6) Procedencia y fechado de las noticias

7) Publicación de correcciones

1) Manejo de las fuentes confidenciales

Si bien a menudo, las fuentes insisten en que no se las identifique, hay que resistirse a dar anonimato a las fuentes. Cada vez que se usa información citando una fuente anónima, se pierde credibilidad. Si la fuente insiste en el anonimato, preguntarse si la información es tan importante como para tener que usarla sin nombrar a la fuente. Hay que sopesar si el hecho de tener toda la historia, se compensa con el hecho de tener una fuente anónima en la nota.

En algunas circunstancias, sin embargo, no hay opción y se debe usar una fuente confidencial. En ese caso se debe explicar a los lectores por qué no se revela su nombre y explicar lo más posible los motivos por los que la fuente merece anonimato. Nuestra obligación es con los lectores, no con las fuentes.

En caso de que no quieran ser identificadas, evitar citarlas como “fuentes confiables” o “fuentes bien informadas” y, en cambio, tratar de darle a los lectores más datos, por ejemplo, citándolas como “fuentes cercanas a los abogados defensores del caso”, o “fuentes que por su trabajo están en contacto con el director ejecutivo”, o “fuentes de la oficina del gobernador que disienten con su política”. Tratar de evitar usar “fuentes oficiales” e intentar ser más preciso, por ejemplo, diciendo “una fuente del Tesoro de los Estados Unidos”.

Algunas agencias estatales y compañías privadas les prohíben a sus empleados hablar con periodistason the record. En el ámbito político, a menudo las personas que trabajan con figuras importantes son renuentes a hablar on the record en nombre de sus jefes. Pero aún así, podemos dar más información a nuestros lectores sobre esas fuentes anónimas dándoles algunas especificaciones más, tales como “el asesor de un senador demócrata de la Comisión de Comercio”, en lugar de “una fuente del bloque demócrata de senadores”.

Si bien en determinadas situaciones, le podemos dar a nuestros lectores información más completa, permitiendo a nuestras fuentes mantenerse sin identificar, hay otros casos en que las fuentes quieren preservar su identidad por razones legítimas, por ejemplo, de seguridad o para conservar su empleo. En ese caso, identificarlas lo más posible sin dar sus nombres. En ningún caso, se debe garantizar anonimato automáticamente.

Cuando las fuentes se niegan a ser identificadas, debemos hacerles saber a nuestros lectores que nosotros tratamos de identificarlas y los motivos por los que no lo hacemos. Podemos escribir, por ejemplo, que una fuente “habló sólo bajo condición de que no sea identificada”, lo que es preferible a decir “pidió no ser identificada”. El pedido de la fuente de permanecer anónima no es razón suficiente para no nombrarla.

Identificar a nuestras fuentes es mucho más recomendable que no hacerlo. A través de la experiencia, hemos aprendido que insistirles a las fuentes para que se identifiquen, muchas veces funciona, obviamente no siempre, aunque más a menudo de lo que los periodistas esperan. Hay más gente dispuesta a dejar de ser anónima de lo que se piensa. Si a pesar de nuestra insistencia, la fuente persiste en mantenerse anónima, el periodista debería considerar conseguir la misma información en otro lado.

El Post, ahora, exige a los periodistas que, al menos, un editor conozca la identidad de las fuentes anónimas, de manera de permitir evaluar conjuntamente si conviene usar la información o no. Al mismo tiempo, el diario exige a ese editor el mismo compromiso de proteger la identidad de esa fuente. Si la fuente es muy importante, el periodista se la puede hacer conocer al editor jefe o el secretario de redacción, en lugar de a su superior inmediato.

Algunas fuentes pueden insistir para que el periodista no revele su identidad a sus editores, a lo que debe negarse. Si la fuente no acepta esta política, el periodista debe dejar en claro que la información brindada no podrá ser publicada.

Es recomendable tener al menos dos fuentes para información que depende de informantes confidenciales, y esas fuentes deben ser independientes una de otra. Preferimos fuentes de primera mano o con conocimiento directo de la información. Un documento relevante puede considerarse, en determinados casos, como una segunda fuente.

Puede haber situaciones en las que publiquemos información proveniente de una sola fuente, pero sólo deberíamos hacer eso con el consentimiento del director ejecutivo, el editor general o el editor correspondiente. La decisión de usar o no una sola fuente debe depender de la confiabilidad de la fuente y del sustento de la información.

Los voceros gubernamentales, por su rol, siempre deben hablar on the record cuando dan una información al periodismo o cuando son ellos los que llaman a un reportero, y deben aceptar ser citados por su nombre. Si se niegan, debemos quejarnos y pedir una explicación sobre los motivos de esa decisión que pueda ser publicada, para explicarle a los lectores la situación, si corresponde. El único caso en que se puede aceptar cierto nivel de anonimato es si el periodista es el que llama a un vocero.

En los casos en que una fuente nos trate de persuadir de publicar algo pero se niegue a ser identificada, debemos pedirle una razón que podamos publicar sobre los motivos para que no sea revelada su identidad. No aceptamos una fuente que critique o ataque a alguien y no quiera identificarse.

En tiempos en que más y más gente quiere mantenerse oculta de la vista del público, debemos ayudar a nuestros lectores a conocer los motivos por los cuales no ven más citas on the record. Una oración que les recuerde a los lectores, por ejemplo, que una determinada dependencia del estado tiene reglas internas por las cuales se les prohíbe a sus empleados hablar con la prensa y que, a su vez, se ha negado a explicar esta política públicamente, puede ser un buena explicación para una historia cuando sea apropiada.

Obviamente es importante compartir con nuestros lectores, cualquier interés que puedan tener nuestras fuentes en la historia que vamos a publicar. Muchas fuentes, particularmente del gobierno y cada vez más del mundo de los negocios, saben cómo tentar a los periodistas con historias jugosas. Periodistas y editores deben saber cómo evitar que se los utilice para sus propósitos. Algunas fuentes tratan, a veces, de hacernos escribir cosas que no son ciertas o son confusas a fin de proteger su identidad. Debemos evitar caer en estas maniobras.

Todas las citas deben ser verdaderas. Si la nota menciona distintas fuentes, debemos haber tenido efectivamente distintas fuentes.

No podemos proteger a nuestras fuentes, diciendo que se negaron a hablar con nosotros. Si nuestra nota dice que una persona se negó a hacer un comentario cuando le preguntamos, debe ser verdad.

Como regla general, cuando el periodista siente que no puede ser claro sobre sus fuentes o el origen de la información o sus fuentes, debe consultar a sus editores.

2) Trato con las fuentes

Debemos esforzarnos por tratar a nuestras fuentes de forma equitativa y justa. Esto implica escribir sus declaraciones textuales en contexto y resumiendo los argumentos de las personas que citamos de manera imparcial y precisa. Aquellas declaraciones potencialmente controversiales deben ser citadas en su totalidad, siempre que sea posible, y en contexto. En algunos casos, esto implica aclarar cuál fue la pregunta que motivó determinada afirmación.

Cuando buscamos la opinión de una persona mencionada en una historia, debemos darle una oportunidad razonable para que nos responda, lo que implica no llamarla en el último minuto antes de cerrar la nota o ya no tenemos más tiempo para esperar su respuesta.

No le debemos prometer a las fuentes que no haremos una investigación adicional o destinada a verificar la información que nos está dando.

No debemos publicar críticas o acusaciones hacia una persona de una fuente anónima. Las fuentes no pueden pedirnos atacar a alguien en nuestras columnas, sino que deben hacerlo en su propio nombre.

Debemos evitar “citas ciegas” (sin identificar) con el único propósito de agregarle “color” a nuestra nota.

Algunas veces, las fuentes aceptan hablar bajo condición de leer la nota o sus declaraciones antes de que sean publicadas. Esto puede crear situaciones difíciles. No es política habitual del Post leerle de vuelta la información a la fuente para evitar que cambie su declaración, excepto que se quiera confirmar una información técnica o complicada. Sin embargo, a veces no se puede evitar, excepto que se asuma el costo de perder una declaración on the record de una fuente importante. Ante esta disyuntiva, consultar al editor.

No debemos usar seudónimos ni engañar a nuestros lectores sobre la identidad de las personas que aparecen en nuestras historias. Debemos decir la verdad sobre nuestras fuentes. En aquellos pocos casos en que decidamos identificar a alguien de otra manera que no sea por su nombre completo, debemos hacerlo de una manera directa, usando su primer nombre únicamente, por ejemplo. Los editores deben participar en la decisión de identificar a una persona de otra manera que no sea por su nombre completo, y se debe explicar a los lectores los motivos de esa decisión.

No debemos engañar a nuestras fuentes ni podemos hacernos pasar por otra persona ante ellas. Siempre debe presentarnos como quiénes somos. Nuestro trabajo debe ser honorable y debemos estar preparados para explicar públicamente cómo conseguimos la información.

3) Tratamiento de las citas textuales

Siempre debemos citar las palabras exactas que escuchamos y cómo las escuchamos. Si usamos la palabra “dijo”, el periodista debe haber escuchado a la fuente “decir” esas declaraciones ya sea personalmente, en radio o en televisión. Todas las declaraciones textuales deben ser verdad, no pueden ser inventadas.

Cuando citamos una declaración escrita de cualquier tipo, debemos explicar con precisión cuál es su origen. Por ejemplo, “….dijo la Casa Blanca en un comunicado de prensa”. Siempre que citamos un textual, respetar las palabras exactas y la forma en que fueron dichas. No “limpiar” las citas para sacar las palabras mal usadas o groseras. Si así lo hacemos, no usar comillas. Siempre está la opción de no usar esa cita para evitar humillar a la persona que la dijo y no hacerla pasar vergüenza, o decirlo nosotros con otras palabras, no como un textual.

Un “parafraseo” no debe ser usado como un textual. Al mismo tiempo, tampoco debemos privar a nuestros lectores de aquellas afirmaciones de fuentes que, por sus errores gramaticales o ser obscenas, no podemos citar textualmente. Esta situación puede significar tener que considerar, ocasionalmente, publicar frases que normalmente evitaríamos. Cuando haya dudas, consultar con el editor.

Cuando se incluyan textuales de personas cuya primera lengua no es el inglés, debe tenerse especial cuidado. Si los textuales, hacen parecer a quien los dijo como “tonto”, deberíamos considerar parafrasear sus dichos, sin comillas. Llegado el caso, puede ser apropiado aclarar que la fuente tiene dificultades con el inglés.

4) Formas de atribuir la información

Debemos decir la verdad sobre la fuente de nuestra información. Hechos y declaraciones que no fueron recogidos por el periodista que escribe la nota, deben ser atribuidos correctamente. Los lectores deben poder distinguir lo que el periodista presenció y lo que obtuvo de otras fuentes, como cables de agencia, pool de periodistas, sitios web, etc.

En el Post, valoramos más un reporte original y esperamos que los periodistas del diario presencien la mayor cantidad de hechos posibles de la historia que están contando y que hablen con la mayor cantidad de participantes o testigos que puedan. Los reporteros deberían considerar las ventajas de recoger la información en el lugar de los hechos, siempre que sea posible.

Si el periodista no estuvo en el lugar descrito en la historia, la nota debería dejarlo claro. Afirmaciones sobre hechos que sucedieron pero que no fueron vistos por el periodista, deben ser atribuidas a quien las dijo. Si reconstruimos una declaración o un intercambio verbal entre gente basado en lo que escucharon testigos de la conversación, debemos atribuirlas en forma transparente. Si existen dudas sobre el uso de estas directrices en una situación particular, consultar a los editores.

En algunas circunstancias cuando una fuente nos autorizó a ver algo que, como periodistas, no hubiéramos podido ver, podemos tener problemas para atribuir el origen de esa información. Esta situación debería ser discutida con los editores.

No siempre es necesario interrumpir constantemente la narración para atribuir algunos detalles a fuentes específicas. A veces es posible hacerlo en una sola sentencia o párrafo. A continuación, dos ejemplos de modos aceptables de atribuir la información de forma adecuada:

1) “La información de esta nota se obtuvo a partir de entrevistas con varios empleados del gobierno, la observación directa y discusiones con consejeros externos de la administración enterados de los debates dentro del gobierno”

2) ”Esta historia fue elaborada a partir de entrevistas en Mogadishu entre noviembre y diciembre con 19 somalíes – casi la mitad de ellos soldados de la milicia- y 30 soldados del ejército norteamericano. Adicionalmente, más de dos docenas de miembros del personal militar de la fuerza especial enviada a Somalia para capturar a Aideed aceptaron ser entrevistados este mes en los Estados Unidos, y varios soldados heridos fueron entrevistados en octubre en el hospital militar de Landstuhl, Alemania. En algunos casos, las personas aceptaron hablar bajo la condición de no ser identificados. Si bien las versiones de los americanos y de los somalíes coinciden en su mayor parte, algunos hechos no pueden ser constatados en forma independiente”. Este tipo de atribución colectiva no es apropiado para una nota de rutina, pero sí para informes o investigaciones especiales. Debemos estar seguros que atribuciones de este tipo son verdaderas, completas y apropiadas cuando las usemos.

Toda información relevante recogida por un stringer o empleado del Post debe ser debidamente acreditada al final de la nota. Cuando son notas tomadas de noticieros de radio o televisión, o se trata de chequeos de información de rutina o de datos básicos, no necesitan ser acreditados.

5) Reglas para el manejo de la información y las fuentes

Las reglas para manejarse con las fuentes pueden ser confusas. Debemos aclararles a nuestras fuentes cómo son estas reglas y darles a los lectores la mayor cantidad de información posible sobre cómo nos enteramos de la información que publicamos en nuestra nota. Si la fuente no habla on the record, es importante establecer reglas al principio de la conversación. En una entrevista grabada, es preferible que la discusión sobre las reglas de la entrevista quede registrada en el cassette. Nosotros preferimos que las entrevistas sean on the record, pero reconocemos que no siempre es posible. Cuando no lo es, le debemos a nuestros lectores una explicación de por qué no pudo ser on the record.

Debemos comenzar cada entrevista con la presunción de que es on the record. Fuentes inexpertas –usualmente gente común que no espera convertirse ellos mismos en noticias o aparecer en los medios – deben entender claramente que somos periodistas y que no deberían sorprenderse de encontrar sus declaraciones en el diario.

En relación a la manera de manejarse con las fuentes y la forma de acreditar la información, el Post fijó cuatro reglas fundamentales explicadas a continuación. Como la gente usa estos términos para referirse a distintas cosas, si se va a hablar de alguna otra forma que no sea on the record, se debe tener una charla previa para aclarar los términos de estas reglas antes de empezar la entrevista.

 On the record: la persona acuerda ser identificada y se la cita por su nombre y apellido.

– Background: se puede usar la información pero sin identificar la fuente por su nombre. Por ejemplo, puede ser atribuida a “un oficial del Departamento de Policía” o “un jugador del equipo”, sin mencionar sus nombres. Sin embargo, para darle la mayor credibilidad posible a la fuente, se debe tratar de identificarla de la forma más precisa o “cercana” posible. Por ejemplo, en lugar de decir “una fuente gubernamental”, utilizar “un funcionario del Ministerio de Defensa, experto en el tema de armamentos”. Pero tenemos que ser cuidadosos cuando tratamos con fuentes que nos quieren dar información sin ser identificados. Debemos explicarles que para nosotros significa que podemos publicar la información, siempre que mientras mantengamos la confidencialidad de la fuente. Algunas fuentes tratarán de negociar la forma en que se los menciona, por ejemplo, un empleado del Departamento de Estado puede pedir ser identificado como “un empleado de la administración”, pero en una historia sobre una disputa entre el Pentágono y el Departamento de Estado, esa forma de nombrarlo sería inútil para los lectores. Usar el sentido común y presionar por la mayor precisión en la acreditación de la fuente que nos dio la información. Debemos poner el interés del lector primero.

Deep Background o background profundo: se puede utilizar la información pero sin atribuírsela a nadie. Esto significa que no hay forma de ayudar a los lectores a entender de dónde viene la información, por eso es que desalentamos usar esta modalidad. Sin embargo, se puede usar información recibida como backgroud profundo como base para avanzar en la investigación.

– Off the record: no se puede utilizar la información. Ésta es la forma más tramposa porque mucha gente usa mal este término. Para nosotros, no puede usarse ni en la nota ni en futuras investigaciones. Ante la oferta de alguien de brindar una información siempre que sea off the record, debemos preguntarle si lo que quiere decir es “background”, explicarle la diferencia y discutir cómo se va a acreditar la información en la notaUn segundo paso sería convencerlo de decirlo on the record. Si insisten con que sea off the record, en la mayoría de los casos, deberíamos negarnos a escuchar esa información,

No hay razones para querer saber información que uno no puede usar, especialmente porque luego se vuelve muy difícil encontrar esa misma información en otro lugar on the record. Conviene decirle a la fuente que no nos la cuente.

Para salir de este problema, le podemos pedir a la fuente que nos dé información que sirva como guía, como fue el caso de “Garganta Profunda” en el Watergate. Así, se puede llegar a información a través de pistas que no serán mencionadas en la nota.

No cambiar las reglas fundamentales en una entrevista, como por ejemplo, que el entrevistado pida imprevistamente que algo de lo que diga sea off the record, cuando el acuerdo previo era on the record.

6) Procedencia y fechado de las noticias (Datelines)

Losdatelines se usan para indicar donde la información sustancial de una nota fue recogida, no donde los hechos descriptos en la nota tuvieron lugar. El objetivo es citar apropiadamente donde está el periodista que escribe la nota.

No usamos un dateline de Hagerstown porque hablamos por teléfono con residentes de Hagerstown; tenemos que estar allá para usar un dateline que diga Hagerstown. Los datelines que incluyan la fecha deben ser usados sólo si, al menos uno de los periodistas autores de la nota estuvo ese día en la localidad citada en el dateline.

Un periodista en una localidad remota escribiendo una historia sobre hechos en otra localidad, no puede usar el dateline del lugar sobre el que está escribiendo.

Si la nota tiene dos autores y lleva un dateline, con o sin fecha, sólo un periodista tuvo que haber estado en el lugar mencionado en el dateline, con la condición de que una importante parte de la información de la nota haya sido recogida en el lugar mencionado en el dateline. De lo contrario, la nota no lleva dateline.

Se puede usar una nota en bastardilla para informar a los lectores los nombres y la localidad de otros periodistas que hicieron contribuciones importantes para la nota, incluyendo stringers u otros empleados del diario.

Si un periodista debe dejar el lugar de los hechos antes de terminar la nota, por ejemplo en caso de guerras o campañas políticas, se debe usar el dateline de esa localidad si el periodista estuvo allí en la fecha mencionada en el dateline. Si la historia se demora en ser publicada, puede llevar el nombre del lugar donde fue escrita la historia, pero no debe llevar la fecha.

7) Correcciones

El Post se compromete a corregir toda aquella información que aparezca en el diario en forma incorrecta y a minimizar el número de errores en la publicación. Prevenir y corregir errores son dos caras de una misma manera: la exactitud. La exactitud es nuestro objetivo y la sinceridad nuestra defensa.

En búsqueda de la exactitud, debemos estar abiertos a admitir errores. Aquellas personas que nos marcan errores deben recibir una pronto y amable respuesta de nuestra parte. Cada miembro del staff debe llevar los cuestionamientos que haya sobre la exactitud de datos de sus notas a los editores correspondientes, antes que decidir unilateralmente que la queja del lector o la fuente es equivocada.

Confesar nuestros errores ayuda a nuestra credibilidad con los lectores

Las correcciones y aclaraciones deben ser claras, concisas, directas, y comprensibles para cualquiera que las lea, incluyendo a aquellos lectores que no han leído el artículo que está siendo corregido. Las correcciones sobre el error cometido no deben ser tan concisas como para impedir que sean entendidas por cualquiera.

En algunos casos, la forma más fácil de hacer una corrección clara para los lectores es repetir el error original y acompañarlo de la corrección. Pero, en otros casos, repetir el error no tiene sentido, como por ejemplo, cuando hay un error de tipeo o en la escritura de un nombre. En ese caso, es preferible escribir directamente la palabra o el nombre correctos sin errores.

Las correcciones en los epígrafes de gráficos o fotos, deben incluir la reproducción de la foto o el gráfico original.

En el caso de que un error altere la historia original, los editores deben decidir si debe escribirse otra nota.

En el Post, no asignamos culpas internas por los errores, ni distinguimos entre los errores de los periodistas y de los editores. La nuestra es una empresa colectiva; compartimos la responsabilidad de nuestros éxitos y de nuestros errores. Sin embargo, los errores que resulten de haber recogido información incorrecta de fuentes externas deben ser explicadas a nuestros lectores.

El Post publica diariamente las correcciones en su página dos o tres, junto con la política de correcciones del diario. La corrección puede ser repetida en la sección donde el error apareció publicado originalmente, si así lo consideran necesario los editores. Las cartas al editor no reemplazan a las correcciones.

Las aclaraciones deberían ser infrecuentes. Los errores de omisión son errores que merecen correcciones como cualquier otro. Debemos resistir la tentación de minimizar los errores, tratando de repararlos con una aclaración.

La página de correcciones del Post incluye una dirección electrónica y postal, así como un teléfono a dónde comunicarse por presuntos errores. También agrega el teléfono y el mail del ombudsman del diario.

En qué casos se puede romper el off the record

Rowe fue consultado por D’Amico sobre el manejo que hizo el diario La Nación, tres años atrás, en el caso de las coimas en el Senado argentino para aprobar la ley de reforma laboral. Tras reunirse con una periodista del diario y admitir que se estaban pagando sobornos y que él mismo había cobrado, el matutino decidió no identificarlo y publicar “un senador del justicialismo” como fuente de la información. Pero al día siguiente, el bloque de senadores de su partido brindó una conferencia de prensa para negar la información y el legislador involucrado salió a decir públicamente que él había participado de una reunión con una periodista de La Nación, pero para hablar de otro tema. Antes esa situación, el matutino decidió romper el off the record y publicar su nombre al día siguiente para demostrar que el diario no estaba mintiendo. Rowe opinó que el diario “hizo lo correcto porque se vio forzado a demostrar que decía la verdad porque la fuente mintió en público y quebró su palabra y el acuerdo”. Agregó que “si el senador no hubiera dicho nada en público, la situación hubiera sido más delicada para La Nación. Es una historia muy difícil de informar porque es importante para el bienestar de la República y además ustedes se exponen mucho en lo que es la manipulación de políticos”.

El comentario sobre este caso, derivó en un debate sobre el rol de la prensa ante la comisión de un delito. Alves sostuvo que La Nación hizo lo correcto al revelar el nombre del senador por tratarse de un hecho ilegal, ya que de lo contrario “el diario estaba ocultando un dato que como ciudadano estaría legalmente obligado a revelar” y fundamentó su postura al afirmar que “no podemos llegar a acuerdos con aquellos que están violando la ley”.

En tanto, el subdirector del diario Página 12, Martín Granovsky, sostuvo que “la mayor parte de los acuerdos off the record son con alguien que está violando la ley”, por lo que se preguntó cómo se resuelve este dilema en términos prácticos. “¿Se puede hacer una entrevista a alguien que uno sabe que es un asesino o que nos dice que es un asesino? Y si esa entrevista se desarrolla en el lugar donde se oculta, ¿uno tiene que decir donde está escondido el asesino? ¿Qué se hace en esos casos? ¿No se hace la nota? En nuestro caso (Página 12), siendo un diario comprometido con los derechos humanos, no hemos roto el off the record, ni con las peores personas”, señaló Granovsky.

Frente a estos interrogantes, Alves respondió que “una cosa es hablar con un asesino y otra, cuando confiesa su crimen, protegerlo por un acuerdo off the record”. En este sentido, advirtió que “un crimen es diferente de nuestro derecho a la protección de las fuentes”. Tras lo cual, Granovsky, inquirió: “¿Entonces habría una gradación según el tipo de crimen?”.

Al respecto Rowe sostuvo que “no deberían hacerse acuerdos con delincuentes” para conseguir una historia y que, en su opinión, “uno tiene que evaluar de inmediato si va a aceptar la información o no, porque no existimos en el vacío, somos ciudadanos”.

El papel de la prensa norteamericana en la guerra de Irak

Durante la charla abierta con periodistas, Rowe fue interrogado sobre el papel desempeñado por la prensa antes y durante la guerra de Irak. Opinó que “la cobertura podría haber sido más agresiva” en los meses previos, aunque destacó que el Post “publicó bastantes artículos que cuestionaban los argumentos de Bush para ir a la guerra, pero quizás no le dimos el despliegue que se merecían”.

Como ejemplo, recordó que se estaba hablando de la compra de uranio en Nigeria y nosotros hicimos varios notas que revelaban que eso era falso y mostramos que los tubos de aluminio comprados por Saddam no se podían utilizar para lo que el gobierno decía que iban a ser usados”. Sin embargo, reconoció que “muchas de esas historias no aparecieron en la primera página y creo que esa sería una decisión que modificaríamos hoy, pero no es que no publicamos esos artículos, sino que no tuvieron el despliegue adecuado”. En este sentido, afirmó que “un lector atento del Post no se hubiera sorprendido al descubrir que Irak no tenía armas de destrucción masiva”.

En defensa de la labor periodística realizada por el Post en ese período, sostuvo que “aún hoy esa cobertura se sostiene en función de lo que en ese momento se podía discernir”. Rowe agregó que “antes de la guerra, no había nada que mostrara lo que hoy sabemos” y que “lo que estaba saliendo de otras fuentes no gubernamentales, no era tan fuerte en ese momento”.

En opinión de Rowe, “la razón por la que Estados Unidos fue a la guerra, es que había gente de la actual administración con el deseo de terminar el trabajo de Bush padre”, con la diferencia de que “Bush hijo no tenía ninguna experiencia en política exterior”.

También advirtió que “mucha gente no se da cuenta lo asustados que estábamos los norteamericanos. Un número importante de personas creía en ese momento que Saddam era la gran amenaza”. Para Rowe, “el miedo de los norteamericanos permitió que Bush diera pasos que la población jamás le hubiera permitido antes del 11 de septiembre. El país realmente sentía que estaba en guerra”. En línea con este argumento, destacó que “Saddam podría haber mostrado que estaba limpio (de armas de destrucción masivas), pero quería mostrar que era más poderoso de lo que realmente era”.

Rowe admitió que “mucha de la información que dio el Post en ese momento, confirmaba las afirmaciones de Bush. Ahora sabemos que algunas de esas fuentes estaban equivocadas”.

En este sentido, sostuvo que “el problema de los periodistas es que dependen de la confiabilidad de sus fuentes de información” y reconoció que la mayoría de las historias del New York Times sobre las supuestas armas de destrucción masiva de Saddam, estaban basadas en información dada por el disidente iraquí Ahmed Chalabi, un ex informante del Pentágono que reveló datos que resultaron ser falsos. Según Rowe, “el New York Times hizo lo que tenía que hacer y no imagino cómo podría haber actuado diferente”, ya que “chequeó con dos fuentes” la información. “La periodista Dana Priest –se explayó- conseguía la información de Chalabi y la chequeaba con sus fuentes de inteligencia, sin revelar el origen de los datos que poseía. El problema fue que esas fuentes también tenían la información de parte de Chalabi”.

Como lección de este episodio, Rowe evaluó que “los periodistas debemos esforzarnos para las fuentes hagan sus declaraciones on the record, para mostrar que nuestras fuentes son independientes”.

Consultado sobre si el Post hubiera publicado información contraria a lo que decía el gobierno norteamericano en ese momento, Rowe respondió tajante: “Jamás hubiéramos dudado de publicar una información por más que contradijera al gobierno. Pero deberíamos estar muy confiados de que era verdad”.

En relación a la cobertura post-guerra de Irak, opinó que “ahora las cosas están cambiando” y que “hay pesos y contrapesos que están empezando a funcionar”. Mencionó el fallo de la Corte sobre los prisioneros en la base Guantánamo, las audiencias en el Congreso sobre lo que el Gobierno sabía antes del atentado del 11 de septiembre y los abusos por parte de soldados norteamericanos en las prisiones en Irak que salieron a la luz.

Presiones gubernamentales

Interrogado por las presiones que recibió el Post de parte del presidente Richard Nixon, durante el escándalo del espionaje denominado Watergate, en comparación con las recibidas durante el gobierno de George W. Bush, Rowe recordó que “Nixon odiaba al Post” y que el diario recibió en ese momento (1972) “fuertes presiones, algunas de ellas financieras”. Contó que incluso Nixon amenazó con la posibilidad de quitarle al Post las licencias de algunas radios y estaciones de TV. También comentó que “trataron de frenar la publicación” de las notas relacionadas con el caso y “pusieron obstáculos para acceder a la información”. Como ejemplo, rememoró una vez que en 1973 le impidieron a él –que en ese momento era acreditado económico- el acceso como periodista a la Casa Blanca, por ser periodista del Washington Post, a pesar de que había realizado ese trámite habitualmente antes sin problemas.

Rowe diferenció esas presiones de lo que sucede bajo la presidencia de Bush hijo, de quien dijo “no tiene un odio particular hacia el diario”, sino que el problema es “el nivel de secreto cada vez mayor con que se maneja el gobierno esgrimiendo como motivo la amenaza del terrorismo”. Recordó que “hace 20 o 30 años había una especie de modelo de transparencia en el gobierno, no perfecto por supuesto. La libertad de información y de prensa se ampliaron y gran parte de esa información (gubernamental) puede ser embarazosa para la administración de Bush”, al punto de intentar impedir su difusión, no dándola o dificultando su acceso. Ilustró esta situación con lo que calificó como el “ejemplo más indignante”: la decisión del gobierno norteamericano de clasificar información referida al FBI, que ya había salido al público. Esto derivó en la paradoja de que “cualquiera podría ir a los archivos del Post, pero no a los del FBI para obtener determinada información”.

En este sentido, aseveró que “la transparencia en los gobiernos es fundamental. Estados Unidos había sido líder en este aspecto, pero me temo que estamos dejando de serlo”.

Por su parte, Rosental Alves recordó una anécdota del Post incluida en el libro “El velo”, que escribió el periodista del Washington Post Bob Woodward sobre la CIA, que –en su opinión- “refleja la cultura de separación” existente en ese matutino entre el área de noticias y la postura de los propietarios o la línea editorial. Durante el mandato de Ronald Reagan, la entonces dueña del Post, Katharine Graham recibió una llamada del Presidente pidiéndole que el diario no publicara una información descubierta por Woodward sobre una base de comunicaciones rusas en el Polo Norte, por considerarla una cuestión de seguridad nacional. Al requerimiento de Reagan, la señora Graham le respondió que estaba hablando “con la persona equivocada”, que ella era “simplemente la dueña del diario” y que debía hablar con Ben Bradley, el editor general.

Concentración de medios

Finalmente, ante una pregunta sobre si veía la creciente concentración de medios como una amenaza para la liberta de prensa, Rowe respondió que si bien en Estados Unidos existe la concentración, aún el mapa de medios está “bastante fragmentado”. Como ejemplo, mencionó el hecho de que no haya un diario de circulación nacional, a excepción del Wall Street Journal y el USA Today, que es leído por la gente cuando viaja. Esto genera que no haya “un diario suficientemente grande” y que cada uno “sea fuerte en su lugar”.

(Relatoría realizada por Mariel Fitz Patrick)

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