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Ética e independencia. Los periodistas asumen el debate

Día Mundial de la Libertad de Prensa

En vísperas del Día Mundial de la Libertad de Prensa, la Fundación Konrad Adenauer y el Foro de Periodismo Argentino (Fopea) realizaron un seminario sobre ética, autorregulación e independencia en los medios.

El 20 de diciembre de 1993 la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, por recomendación del Consejo Económico y Social, declaró el 3 de mayo Día Mundial de la Libertad de Prensa. La iniciativa partió de la Conferencia General de la UNESCO, que en su resolución de 1991 titulada “Fomento de la Libertad de Prensa en el Mundo” había reconocido que una prensa libre, pluralista e independiente es un componente esencial de toda sociedad democrática.

El 2 de mayo, con motivo de la inminente celebración de ese día, la Fundación Konrad Adenauer y el Foro de Periodismo Argentino (Fopea) organizaron un seminario internacional titulado “La ética y la independencia de los medios”. Con la exposición de dos paneles integrados por periodistas y académicos, más de 50 periodistas de todo el país reflexionaron sobre temas que hoy concentran la preocupación de los profesionales de la comunicación.

El seminario fue presentado por Hans Blomeier, Representante en Argentina de la Fundación Konrad Adenauer, y Daniel Santoro, presidente de Fopea. Contó con la visita especial de Rudolph Meyer, del Departamento Internacional de la Zweites Deutsche Fernsehen (ZDF, Segunda Televisora Alemana), y de Paul Linnarz, director del Programa Medios de Comunicación y Democracia en América Latina de la Fundación Konrad Adenauer, departamento con sede en Perú.

Meyer integró el primer panel junto a Gabriel Bustos Herrera, columnista del diario Los Andes de Mendoza, y Damián Loreti, director de la Carrera de Ciencias de la Comunicación de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA). La mesa fue coordinada por Alicia Salinas, del diario El Ciudadano, de Rosario. Bajo el título “Regulación y autorregulación de los medios públicos y privados”, los expositores abordaron enfoques diferenciados. En primer término, Meyer describió la regulación y la organización de la radiodifusión pública en Alemania, donde coexisten un sistema privado y uno público, compuesto éste último por dos televisoras de alcance nacional, ocho regionales y la Deutshe Welle, de emisión exclusivamente internacional.

Los principios que regulan a estos canales, enumeró Meyer, son la independencia, la autonomía de programación y la pluralidad de contenidos. Esta pautas están respaldadas por una legislación en el nivel europeo (“televisión sin fronteras”) con regulaciones comunes a todos los países de la Comunidad; en el nivel nacional, sobre la base de la Constitución del país y las sentencias del Tribunal Constitucional Federal; y en el nivel federal, desde un tratado entre los estados federados de Alemania.

Hacia el interior de la emisora, la ZDF cuenta con un intendente que cumple funciones asimilables a la de un gerente general, eligiendo al director de programación, controlando el área de financiamiento y el de administración. La empresa posee un Consejo de Televisión, compuesto por 77 miembros que representan a todos los estados federados, a las distintas corrientes políticas y a diversos sectores de la sociedad. Su tarea es asesorar en materia de programación -sin incurrir en censura previa-, elegir al intendente “que debe reunir las tres quintas partes de los votos- y actuar como abogado de los televidentes ante reclamos a la televisora. Son guardianes de los principios que rigen a la ZDF: autonomía; provisión de información, educación y entretenimiento; atención general de los problemas de la sociedad; y garantía de continuidad y desarrollo (para mantener a la emisora en condiciones de competir con la televisión privada).

Meyer explicó que el funcionamiento del sistema público se financia en un 85 por ciento con el aporte de los ciudadanos. Cada hogar que dispone como mínimo de un aparato de televisión y de radio aporta 17 euros a un fondo recaudado por una entidad independiente que trabaja bajo el control de la ZDF y de la cadena de emisoras regionales. El 6,5 por ciento del financiamiento es, por ley, el máximo de ingresos por publicidad, y el 8,5 por ciento restante proviene de la venta de programas.

Bustos Herrera, en tanto, abordó el funcionamiento de los medios a partir de los condicionamientos políticos que enfrentan en la Argentina a la hora de informar. Explicó que en una sociedad democrática, la información es producto de un modelo triangular conformado por los medios, la opinión pública y las instituciones del Estado. Al analizar la realidad del país, lamentó observar que son unas pocas personalidades vinculadas a sectores económicos influyentes y funcionarios estatales de alta jerarquía las que definen qué es noticiable y qué debe permanecer en silencio. “Hace unos cuantos años, las corporaciones compraban bancos; hoy compran medios”, graficó. Bustos Herrera destacó que en este contexto la fuerza de lo publicado por lo medios se impone a la opinión pública en general y a las propias instituciones constitucionales (citó el caso de la justicia), con la consiguiente degradación de estos espacios destinados constitucionalmente a garantizar los derechos de las personas.

Cerrando el panel, Loreti ofreció una serie de referencias para la regulación de los medios de comunicación. Citó así pautas asentadas en la Declaración de Principios de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de octubre de 2000, documento que expresa la interpretación de la CIDH sobre la Convención Americana. Loreti expuso principios que garantizan el acceso irrestricto a la actividad periodística -con la sola condición de un desempeño ético no regulado por el Estado-, y que impulsan leyes contra los monopolios en los medios de comunicación . Al recurrir a artículos del ¿??????? De Chapultepec, recordó que la credibilidad de un medio se basa en la diferenciación de los mensajes periodísticos de los publicitarios, y que en una sociedad libre la audiencia es la que premia o castiga el desempeño de los medios.

El especialista opinó que el debate sobre las pautas éticas debe ser apuntado hacia mecanismos de autorregulación. Enumeró ejemplos de países tan diversos como Costa Rica y Suiza, de la propia UNESCO con su código modelo, o del diario El País de España con su manual de estilo. Planteó que casos como el de Chile y Brasil, donde la conducta de los periodistas es vigilada por sus organizaciones gremiales, o casos europeos donde el incumplimiento de los principios éticos debe ser reparado públicamente por los propios medios o, en caso de que no lo hagan, denunciado por el resto de las empresas periodísticas. Más allá de estas referencias, Loreti enfatizó que toda forma de autorregulación debe abrirse a la sociedad. Todo mecanismo que tenga este fin debe exceder el ámbito exclusivo de los medios de comunicación y albergar las ideas y visiones de otros sectores. “Creo que hoy es fundamental que los medios se miren en la imagen que les devuelve el espejo de la sociedad a la que se dirigen”, concluyó.

El segundo panel, titulado “Ética e independencia en los medios”, estuvo integrado por Paul Linnarz, Carlos Gabetta, director del periódico Le Monde Diplomatique, y Mauricio Maronna, del diario La Capital de Rosario. La coordinación estuvo a cargo de Pablo Mendelevich, de Fopea. Linnarz prefirió poner a un lado el término ética y profundizar sobre el concepto de profesionalismo, entendido como las prácticas ajustadas a las normas y principios periodísticos de una sociedad democrática.

Estas conductas, enfatizó, están en América Latina fuertemente determinadas por la degradación de las condiciones laborales, en un marco en el que los medios dependen excesivamente de la publicidad oficial. Comentó que en una encuesta realizada por su equipo a periodistas de todo el continente quedó reflejada la escasez de recursos materiales de que disponen los profesionales para la elaboración de los artículos y el poco tiempo que tienen para realizar su trabajo. “En promedio, un periodista en América latina tiene 4 horas para hacer su nota, y de ese tiempo pasa una hora en el tránsito y apenas 22 minutos en la redacción final del texto”, lamentó. En estas condiciones la calidad de las publicaciones parece quedar en un lugar secundario, “tal como ocurre con la calidad de la comida en los restaurantes de fast food”, graficó.

También Maronna dio ejemplos sobre los condicionamientos que enfrentan los periodistas, en un contexto de presiones políticas y concentración en la propiedad de los medios. “Los que trabajamos en diarios en el interior sabemos que cada semana los dueños de los medios nos acercan las listas con las quejas de distintos sectores por algo que publicamos. La cuestión es cómo trabajar en esas condiciones y no perder el profesionalismo”, planteó. Los puntos de referencia en materia ética, entendió, son difíciles de encontrar cuando la independencia está fuertemente limitada por los fines empresarios. “Con la venta como referente, la prensa se vuelve cortoplacista y hasta la liberación de uno de los asesinos de José Luis Cabezas queda hoy reducida a unas pocas columnas”, lamentó. En ese contexto la estabilidad de un periodista queda supeditada a su adaptación a este estado de cosas. “Los colegas de Buenos Aires reclaman porque los funcionarios nacionales los llaman para decirles lo que no les gustó de sus notas. Ojalá en el interior ocurriera eso y no que llamaran al dueño del medio para pedir directamente el despido del periodista”, concluyó.

Gabetta, por su parte, profundizó sobre la concentración de los medios y consideró que este fenómeno es asimilable al mismo proceso en el resto del sistema de producción capitalista, caracterizado por “ostensibles avances tecnológicos y el empleo masivo de mano de obra de baja calidad”. En una sociedad en la que la televisión, la radio, el teléfono y la computadora dejaron de ser vías separadas para formar un instrumento unificado, la velocidad se multiplica y aumenta la posibilidad de la cobertura en tiempo real. “Hoy el periodista se limita a poner su cámara o su micrófono, sin ningún tipo de esfuerzo por contextualizar y comprender. Las nuevas condiciones no sólo cambian la esencia del trabajo periodístico y del mensaje, sino también la esencia de la empresa periodística”, explicó.

Dadas estas condiciones, Gabetta abogó por una mayor presencia del Estado en el control de la propiedad de las empresas de comunicación. “En la actualidad, la radiodifusión, por ejemplo, está regulada por una ley sancionada en la última dictadura militar. En más de 20 años de gobiernos constitucionales esto no cambió, y mucho se debe a que es funcional al poder político”, recalcó.

El director de Le Monde Diplomatique cerró su panel y fue el último expositor del seminario. Entre sus conclusiones, consideró que los periodistas deben dotarse de una cultura general vasta y profunda, apoyada en alguna especialidad, pues ?deben tratar de interpretar hechos complejos y transmitirlos de manera clara, precisa, profunda y contextualizada?. Y concluyó que como principal aporte al cambio, “los periodistas deben sumar su esfuerzo por recuperar y reactivar las clásicas herramientas sindicales en la lucha por mejores condiciones y a favor de un ejercicio irrestricto de su profesión”.

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